Cerca del Coso de Zaragoza se levanta una gran iglesia, cuyo actual edificio se levanta sobre uno de los más venerables lugares de la Hispania Cristiana: la tumba de santa Engracia y sus compañeros mártires. Era el comienzo del siglo III. El emperador Diocleciano, empeñado en unificar el Imperio sobre la base del culto imperial, desató la última, más terrible y más generalizada de todas las persecuciones contra la Iglesia.
En la ciudad de Cesar Augusta, la actual Zaragoza, había una comunidad cristiana. Sufrió los efectos de dicha persecución. Engracia, y otros compañeros fueron cruelmente asesinados. Según la tradición, a santa Engracia la mataron clavándola un clavo en la frente.
La cripta de Santa Engracia conserva varios sarcófagos paleocristianos, de una talla excepcionalmente bella, uno de los cuales fue secularmente fue venerado como tumba de la santa. También se veneran allí las Santas Masas, nombre con el que se conocen los restos de los mártires, que fueron arrojados a un pozo. El edificio sufrió los efectos de los Sitios de Zaragoza, durante la Guerra de la Independencia, por lo que tuvo que ser reedificado en el siglo XIX. Con todo, el subsuelo de la basílica nos trae a la memoria aquellas primeras generaciones cristianas, que entregaron su existencia para dar testimonio de Cristo.
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