viernes, 6 de marzo de 2015

Retablo de la Capilla Mayor de la Catedral de Palencia


Hemos contemplado en las Imágenes Sagradas el grandioso Calvario que corona el retablo de la Capilla Mayor de la catedral del Palencia. Vamos, ahora, a visitar con más detalle este retablo, considerado por los críticos como una joya del renacimiento castellano.

Fue encargado por el obispo Diego de Deza para colocarlo en la primitiva capilla mayor del templo que con los años dejó de serlo para convertirse en capilla del Sagrario. El obispo contrató al ensamblador Pedro Guadalupe para que hiciera las trazas, entre 1504 y 1506. El retablo no llegó a instalarse en dicho espacio sino que directamente se acomodó a la nueva capilla mayor ubicada en la nave central. Las obras de terminado y adaptación duraron hasta los primeros años del siglo XVII en que se terminó el Sagrario.


El retablo, tal y como se contempla hoy fue realizado por los siguientes artistas:
  • Entalladores y ensambladores: Pedro de Guadalupe, Pedro Manso y Juan Torres.
  • Escultores: Felipe Vigarny en la mayoría de esculturas. Imagen de la Magdalena de Alejo de Vahía; imagen de San Antolín (central) de Gregorio Fernández. Calvario de Juan de Balmaseda. El sagrario es obra de Pedro Torres y Tomasillo.
  • Pinturas sobre tabla: Diez pinturas de Juan de Flandes y las dos superiores de un discípulo.
  • Doradores: Alonso y Andrés de Espinosa.

El gran retablo tal y como se muestra en la actualidad tiene una altura total (incluyendo el zócalo) de 20,50 m y una anchura de 10,60 m. El ensamblaje, la escultura y la pintura están hechos sobre maderas de pino, nogal y tilo. Fue el primer gran retablo español construido y concebido a la manera lombarda, tallando hornacinas con su pequeña bóveda en forma de venera y con grutescos en las pilastras que separan cada calle. Su estructura es en tríptico, con alas oblicuas, como si su destino hubiera sido una cabecera ochavada. En el conjunto de la obra domina la articulación horizontal. Los diferentes pisos se ven separados por frisos a manera de pequeñas cornisas. En su base hay una predela (o banco) muy alta. El ático es gigantesco; fue añadido para dar más dimensión al retablo de acuerdo con la nueva capilla.


En la calle central, abajo, se halla el tabernáculo con el Sagrario que ocupa bastante altura desde la predela al segundo piso y fue incorporado en el siglo XVII. Por encima está la hornacina con la figura de San Antolín, obra barroca de Gregorio Fernández. Más arriba hay una talla de la Asunción rodeada y custodiada por seis ángeles, cuyo manto está hecho con tela encolada. A ambos lados pero ocupando el último piso se colocaron seis cabezas-bustos femeninos de vírgenes y dos masculinos en pequeñas hornacinas con veneras. San Antolín, la Asunción y el Salvador son los tres patronos de la catedral y los tres tuvieron en el retablo sus representaciones. Falta en la actualidad la del Salvador. Por encima de estas imágenes está la culminación del ático con el tema del calvario, obra de Balmaseda, común a casi todos los retablos y como remate final, un Padre Eterno entre dos ángeles con símbolos de la Pasión.

Al agrandar el retablo con dos calles más para la nueva ubicación se rellenaron con las tablas contratadas a Juan de Flandes. Estas pinturas siguen un programa coherente con el tema de la vida de Jesús desde la Anunciación hasta la cena de Emaús. El conjunto de tablas es de gran valía y calidad dentro de la pintura española de principios del siglo XVI. Algunas tallas de las que entregó Juan de Flandes no llegaron a ser colocadas o se suprimieron después, como la del tema de la Crucifixión, de formato apaisado que estaba en el centro del primer piso, formando tríptico con la de su derecha e izquierda. Entre las no colocadas nunca están el Descendimiento y una Piedad. Entregó también un Cristo en Majestad rodeado de Evangelistas que iba destinado a la hornacina alta de la calle central. Se colocó en el exterior del coro. En la tabla apaisada del primer piso (escena del Sepulcro) el autor Juan de Flandes se autorretrata en la figura de un hombre vestido de negro en el centro de la escena, bajo una ventana.


El imaginero Alejo de Vahía había entregado por encargo dos esculturas; la de San Juan Bautista se rechazó y se envió al convento de Santa Clara y la de María Magdalena se colocó en el retablo.

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