La catedral de Monreale, construida por iniciativa del rey Guillermo II de Hauteville, es la última fundación real normanda de Sicilia. Rivaliza con la Capilla Palatina de Palermo y la catedral de Cefalù, tanto por sus dimensiones como por la riqueza de su ornamentación. La grandiosa catedral de Monreale constituye el mayor edificio decorado con mosaicos del Occidente medieval. La decoración combina tradición oriental y occidental: estilo bizantino en el santuario –que no obstante debe adaptarse a una arquitectura de tipo basilical– y escenas del Antiguo Testamento en las naves, según la tradición romana.
Así, en ausencia de cúpula, el Cristo Pantocrátor se sitúa en la bóveda de cuarto de esfera del ábside, la jerarquía celeste se representa en el arco que lo precede y la Teotokos aparece bajo el Todopoderoso, rodeada de la guardia solemne de los arcángeles. La ornamentación de las naves escenifica el Antiguo Testamento, según una tradición instaurada en las primeras basílicas cristianas de Roma, como San Pablo extramuros o la antigua basílica de San Pedro. En Monreale, se desarrollan los episodios del Génesis, desde la creación del mundo hasta la lucha de Jacob con el ángel.
La historiografía tradicional presenta la ornamentación de la iglesia de Monreale como la fusión de lo bizantino y lo latino. Ahora bien, la distinción no resulta tan fácil de realizar dado que en la parte de estilo «bizantino» se integran imágenes originarias de la tradición latina. Así pues, en el crucero se desarrolla el ciclo cristológico que retoma la iconografía de las doce grandes celebraciones litúrgicas bizantinas o Dodékaorton. Ahora bien, el programa se amplifica y algunas escenas parecen inspirarse de la cultura anglonormanda, como por ejemplo, la parte dedicada a los Peregrinos de Emaús en cuatro paneles que no posee antecedentes en la iconografía bizantina tradicional. E. Kitzinger vincula estas imágenes con una de las obras maestras de la miniatura inglesa de la primera mitad del siglo XII, el Libro de los salmos de San Albán, que trata del drama Peregrinus, una de las representaciones teatrales sagradas de temas bíblicos de moda en aquélla época.
Asimismo, el programa hagiográfico –que incluye a 174 santos– revela una voluntad particular de fusión de los dos componentes oriental y occidental. En un mismo espacio, se observan efigies de los Doctores de las Iglesias griega y latina (Juan Crisostomo, Gregorio Nacianceno, Agustín y Ambrosio), de los santos anargiros y santos militares bizantinos (Pantaleón, Hermolao, Juan, Ciro, Demetrio, Teodoro, Mercurio), santos de Italia meridional (Germán de Capua, Sabino de Canosa, Catalde de Tarento), santos sicilianos (Marciano de Siracusa, Ágata de Catania, Gerland de Agrigente), santos anglonormandos (Thomas Becket de Canterbury, Hilario de Poitiers, Radegunda), e incluso santos germánicos (Bonifacio de Mayence, Severino de Norique, Otilia de Alsacia). Las elecciones hagiográficas revelan las grandes orientaciones políticas del soberano normando Guillermo II: su fascinación por el imperio bizantino y su voluntad de rivalizar con el basileus, sus alianzas con la dinastía Plantagenet y con el imperio germánico, y su enraizamiento en las tradiciones locales del Mezzogiorno. Así pues, el arte de Monreale refleja su lugar no sólo en el «corazón del Mediterráneo» sino asimismo en el «el corazón de la Europa medieval».
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