jueves, 19 de febrero de 2015

El Altar - 1 -


En la Nueva Ley, el altar es la mesa en que se ofrece el Sacrificio Eucarístico. La Misa puede celebrarse a veces fuera de un lugar sagrado, pero nunca sin un altar, o al menos una piedra que sirva de altar. En la historia eclesiástica encontramos sólo dos excepciones: San Luciano (312) se dice que celebró la Misa sobre su pecho, aunque fue en la prisión, y Teodoro, obispo de Tiro, en las manos de sus diáconos. Es signo, según Amalario de la Mesa del Señor, refiriéndose a la Última Cena o a la Cruz (San Bernardo), o de Cristo (San Ambrosio). Este último significado explica el honor que se le da incensándolo y las cinco cruces grabadas en él significan Sus cinco llagas.

En las antiguas basílicas, el sacerdote, cuando estaba de pie ante el altar, lo hacia de frente a las personas. Las basílicas del Imperio Romano eran, como norma, cortes de justicia o lugares de reunión. Eran generalmente espaciosas y el área interior estaba separada por dos, o, incluso cuatro, filas de columnas, formando una nave central y pasillos laterales. La parte opuesta a la entrada tenía una forma semicircular, llamada ábside, y en esta parte, que se elevaba sobre el nivel del suelo, se sentaban el juez y sus asesores, mientras a su derecha se situaba un altar sobre el que se realizaba el sacrificio que se ofrecía antes de tratar asuntos públicos importantes.

Cuando estos edificios públicos se adaptaron para las asambleas cristianas, se hicieron ligeras modificaciones. El ábside fue reservado para el obispo y su clero; los creyentes ocuparon el centro y los pasillos laterales, en tanto que el altar se situaba entre el clero y el pueblo. Después en los templos el altar fue situado contra el ábside, o al menos cerca de la pared, para que el sacerdote cuando celebrara mirara al este, y detrás de él se situó el pueblo. En los primeros tiempos había solo un altar en cada iglesia.

Hacia el fin del siglo sexto encontramos evidencias de una pluralidad de altares, San Gregorio Magno envió reliquias para cuatro altares a Paladio, obispo de Saintes, Francia, que había colocado en un templo trece altares, cuatro de ellos estaban sin consagrar por falta de reliquias. Aunque había sólo un altar en cada templo, se erigieron altares menores en capillas laterales que eran edificios distintos (como es costumbre en Grecia y algunas Iglesias Orientales, incluso en el presente) en los que solo podía celebrarse una Misa por día. El hecho que en las edades tempranas de la Cristiandad sólo el obispo celebrara la Misa, ayudado por su clero que recibía la Sagrada comunión de las manos del obispo, es la razón por la cual se erigió un solo altar en cada iglesia, pero después de la introducción de las Misas privadas, surgió la necesidad de varios altares en cada templo.

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