viernes, 6 de febrero de 2015

Cristianismo en Japón


Celebramos hoy la memoria del martirio de san Pablo Miki y sus compañeros mártires. Por eso, vamos a conocer la historia del Cristianismo en el Japón. En 1542 los navegantes portugueses encuentran una vía hacia las islas del Japón. Portugal, de inmediato, se interesan por los ricos productos del país. La Iglesia también se hace presente. San Francisco Javier, con dos compañeros jesuitas, navega en 1549 a la ciudad de Kagoxima, en la isla de Kyushu. En dos años establece cinco cristiandades con un grupo de dos mil personas.

Japón es, desde un comienzo, un campo de trabajo muy querido de los jesuitas. Durante 40 años, la Compañía de Jesús realiza sola el trabajo misional. En 1579 el P. Alejandro Valignano S.J., visitador de las misiones de Oriente, se impresiona de la profunda fe de los japoneses. En las islas hay 54 jesuitas y 150.000 cristianos. Cuando San Francisco Javier llega al Japón constata que un cambio político está a las puertas. El régimen central de gobierno es débil. El emperador se sostiene gracias al shogún, o jefe militar. Los daimyos, o señores feudales, son los importantes, pero pueden ser dominados. Con dificultades, la Iglesia avanza. Algunos daimyos se apoyan en los intereses comerciales de Portugal. Otros oponen resistencia, por su historia, cultura y religión tradicional.

Poco a poco, el cristianismo pone un pie firme en la isla de Kyushu y en el Japón central. Las conversiones de los daimyos Omura Sumitada, Otomo Sorin, Takayama Kami y su hijo Takayama Ukon favorecen el trabajo misional. En 1582 hay una revolución. El shogún Toyotomi Hideyoshi se apodera del gobierno imperial y se declara tutor del heredero. En un comienzo Hideyoshi se manifiesta bien inclinado respecto al cristianismo. La paz llega sometiendo a los daimyos.

En 1587 Toyotomi Hideyoshi cambia repentinamente su actitud. Prohibe la predicación de la fe cristiana y dispone la expulsión de los misioneros. Parece ver en el influjo creciente del cristianismo un impedimento a sus pretensiones de poder total. En 1593 Hideyoshi cambia su nombre por el de Taicosama o “supremo señor”. En el mes de junio de 1593 recibe a un grupo de franciscanos, de las islas Filipinas. Vienen con el título de embajadores. Taicosama acepta sus cartas credenciales, pues el comercio con los españoles es un buen acicate. Los recién llegados se establecen en Osaka. Abren hospitales entre los leprosos y los pobres.

Una guerra con Corea, unida a catástrofes naturales aumenta la tensión de las autoridades.Taicosama dicta entonces un nuevo decreto de persecución. Más duro que el de 1587. Exige el destierro de todos los misioneros extranjeros, bajo pena de muerte. En virtud de este segundo decreto Taicosama condena a 6 franciscanos y a 15 japoneses que les colaboran, a la muerte de cruz. En los registros de la Residencia jesuita de Osaka detienen a tres japoneses de la Compañía de Jesús. Los inscriben en la lista de condenados. También incluyen a otros dos japoneses, en el camino a Nagasaki. Así el 5 de febrero de 1597 mueren en total 26 mártires. Pero después, Taicosama suaviza el edicto. La misión continúa, sin mayores tropiezos, hasta 1614. Ese año, el shogún sucesor, Ieyasu Daifusama, decide la extinción de la fe. En esta segunda persecución padecen el martirio numerosos misioneros y millares de cristianos japoneses. El ingreso de nuevos misioneros queda prohibido. La vida de la Iglesia comienza entonces a declinar.

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