La primera lectura de hoy nos cuenta la escena del Éxodo en la que Israel, en un ambiente hostil a causa de la falta de agua, protesta y se lamenta por haberse puesto en camino hacia la Tierra por Dios prometida. Moisés, aguantando la incredulidad del pueblo, obedece a Dios y golpea con su bastón a la roca, de la que brotan las aguas.
El desierto, donde falta el agua, termina por convertirse en el lugar de purificación, donde el hombre aprende a confiar en Dios y a vencer a las tentaciones, como hizo Jesús durante los cuarenta días de su retiro en el desierto, y como tantos otros cristianos lo han imitado a lo largo de los siglos. El siguiente reportaje de los franciscanos de Tierra Santa nos muestra esta presencia cristiana en el desierto de Judea.
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