Es difícil imaginarse hoy cómo sería la ciudad de Jerusalén en tiempos de Jesús. En cualquier caso, la presencia personal del Señor santificó aquellos lugares. Este cuarto domingo de Cuaresma queremos evocar aquél lugar, la Piscina de Siloé, en el que Jesús obró el signo de la curación del ciego de nacimiento. Lo haremos a través de un fragmento de la magnífica película rodada hace unos años sobre el Evangelio según san Juan.
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