domingo, 9 de marzo de 2014

Monasterios del desierto de Judea

Tentación de Cristo. Duccio di Buoninsegna
Jesús fue tentado en del desierto de Judea por el demonio. El desierto es lugar de combate y de tentación. algunos siglos después, el desierto de Judea se llenó de monjes, que quisieron imitar de cerca la vida de oración y de ayuno del Señor. El siguiente reportaje nos muestras el Monasterio de San Jorge, uno de los pocos que aún permanecen vivos en la Tierra Santa.


En su Discurso Teológico 40, san Gregorio de Nacianzo, un monje y gran teólog contemporáneo de aquellos monjes del deiserto, nos habla de las armas de que disponemos los cristianos para combatir al tentador:

Si el tentador, el enemigo de la luz, te acomete después del bautismo –y ciertamente lo hará, pues tentó incluso al Verbo, mi Dios, oculto en la carne, es decir, a la misma Luz velada por la humanidad— sabes cómo vencerlo: no temas la lucha. Opónle el agua, opónle el Espíritu contra el cual se estrellarán todos los ígneos dardos del Maligno.

Si te representa tu propia pobreza —de hecho no dudó hacerlo con Cristo, recordándole su hambre para moverle a transformar las piedras en panes– recuerda su respuesta. Enséñale lo que parece no haber aprendido; opónle aquella palabra de vida, que es pan bajado del cielo y da la vida al mundo. Si te tienta con la vanagloria —como lo hizo con Jesús cuando lo llevó al alero del templo y le dijo: Tírate abajo, para demostrar tu divinidad— no te dejes llevar de la soberbia. Si en esto te venciere, no se detendrá aquí: es insaciable y lo quiere todo; se muestra complaciente, de aspecto bondadoso, pero acaba siempre confundiendo el bien con el mal. Es su estrategia.

Este ladrón es un experto conocedor incluso de la Escritura. Aquí el está escrito se refiere al pan; más abajo, se refiere a los ángeles. Y en efecto, está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos. ¡Oh sofista de la mentira! ¿Por qué te callas lo que sigue?

Pero aunque tú lo calles, yo lo conozco perfectamente. Dice: caminaré sobre ti, áspid y víbora, pisotearé leones y dragones; protegido y amparado —se entiende— por la Trinidad.

Si te tienta con la avaricia, mostrándote en un instante todos los reinos como si te pertenecieran y exigiéndote que le adores, despréciale como a un miserable. Amparado por la señal de la cruz, dile: También yo soy imagen de Dios; todavía no he sido, como tú, arrojado del cielo por soberbio; estoy revestido de Cristo; por el bautismo, Cristo se ha convertido en mi heredad; eres tú quien debe adorarme.

Créeme, a estas palabras se retirará, vencido y avergonzado, de todos aquellos que han sido iluminados, como se retiró de Cristo, luz primordial.

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