Existe al sur de Baviera, camino ya de los Alpes, un pueblo que actualmente carece de relevancia, pero que posee un templo románico de notable valor: la Basílica de San Miguel en Altenstadt.
Para los turistas que viajan desde Munich hacia Füssen, para visitar el famoso castillo de Neuschwanstein de Luis II, una pequeña indicación en la carretera les desvía hacia este pueblo Altenstad (la antigua ciudad), que tuvo importancia comercial en la época románica, por tratarse de un lugar de paso entre la próspera ciudad de Augsburgo y la ruta hacia el norte de Italia. De hecho, la edificación de la que hablamos muestra una gran influencia del románico lombardo.
El templo se construyó entre 1165 y 1177. Sólo en 1966 fue erigido por el papa Pablo VI al rango de basílica menor.
Se trata de un templo de tres naves cubiertas con bóvedas de cañón, rematadas con los típicos ábsides circulares.
De su decoración interior destaca la escultura que preside el presbiterio de Jesucristo crucificado: el llamado Gran Dios de Altenstadt, obra del siglo XIII también con notables influencias italianas.
Existen, además, algunos frescos del primer gótico, y una escultura de la Santa Madre de Dios, del siglo XIV.
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