Mostrando entradas con la etiqueta franciscanos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta franciscanos. Mostrar todas las entradas

jueves, 21 de julio de 2016

San Lorenzo de Brindisi y el Monasterio de La Anunciada


El Martirologio romano anuncia hoy la memoria de San Lorenzo de BrindisPresbítero y doctor de la Iglesia, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, predicador incansable por varias naciones de Europa, que de carácter sencillo y humilde, cumplió fielmente todas las misiones que se le encomendaron, como la defensa de la Iglesia ante los turcos que intentaban dominar Europa, la reconciliación de príncipes enfrentados y el gobierno de su Orden religiosa. Murió en Lisboa, en Portugal, el veintidós de julio de 1619.

Panteón de los Marqueses de Villafranca. La Anunciada

Los marqueses de Villafranca, poderosa familia del Reino, consiguió que sus reliquias, embalsamadas en Lisboa, lugar de su fallecimiento, fueran trasladadas al Monasterio La Anunciada, en su señorío de Villafranca del Bierzo, donde se han custodiado y venerado desde entonces.

Retablo de la Iglesia de La Anunciada

El papa Benedicto XVI le dedicó su catequesis del 23 de marzo de 2011. Ninguna palabra como la suya para glosar la figura del santo:

Tumba de San Lorenzo de Brindisi. La Anunciada

Queridos hermanos y hermanas,

recuerdo aún con alegría la acogida festiva que se me reservó en 2008 en Brindisi, la ciudad que en 1559 vio nacer a un insigne doctor de la Iglesia, san Lorenzo de Brindisi, nombre que Giulio Cesare Rossi asumió al entrar en la Orden de los Capuchinos. Desde la infancia fue atraído por la familia de san Francisco de Asís. De hecho, huérfano de padre a los siete años, fue confiado por la madre a los cuidados de los frailes Conventuales de su ciudad. Algunos años después, sin embargo, se trasladó con su madre a Venecia, y precisamente en el Véneto conoció a los Capuchinos, que en aquella época se habían puesto generosamente al servicio de toda la Iglesia, para incrementar la gran reforma espiritual promovida por el Concilio de Trento. En 1575 Lorenzo, con la profesión religiosa, se convirtió en fraile capuchino, y en 1582 fue ordenado sacerdote. Ya durante los estudios eclesiásticos mostró las eminentes cualidades intelectuales de las que había sido dotado. Aprendió fácilmente las lenguas antiguas, entre ellas el griego, el hebreo y el sirio, y las modernas como el francés y el alemán, que se unían al conocimiento de la lengua italiana y al de la latina, que en esa época se hablaba con fluidez entre los eclesiásticos y los hombres de cultura.

Gracias al dominio de muchos idiomas, Lorenzo pudo llevar a cabo un intenso apostolado hacia diversas categorías de personas. Predicador eficaz, conocía de modo profundo no sólo la Biblia, sino también la literatura rabínica, que los propios Rabinos se quedaban asombrados y admirados, manifestándole estima y respeto. Teólogo versado en la Sagrada Escritura y en los Padres de la Iglesia, era capaz de ilustrar de modo ejemplar la doctrina católica también a los cristianos que, sobre todo en Alemania, se habían adherido a la Reforma. Con su exposición clara y tranquila, mostraba el fundamento bíblico y patrístico de todos los artículos de fe puestos en discusión por Martín Lutero. Entre estos, la primacía de san Pedro y de sus sucesores, el origen divino del Episcopado, la justificación como transformación interior del hombre, la necesidad de las obras buenas para la salvación. El éxito que gozó Lorenzo nos ayuda a comprender que también hoy, llevando hacia adelante el diálogo ecuménico con tanta esperanza y la confrontación con las Sagradas Escrituras, leídas según la Tradición de la Iglesia, constituyen un elemento irrenunciable y de fundamental importancia, como he querido recordar en la Exhortación Apostólica Verbum Domini (n.46).


También los fieles más sencillos, no dotados de gran cultura, se beneficiaron de las palabras convincentes de Lorenzo, que se dirigía a la gente humilde para exhortar a todos a la coherencia de la propia vida con la fe profesada. Esto fue un gran mérito de los Capuchinos y de otras órdenes religiosas, que en los siglos XVI y XVII, contribuyeron a la renovación de la vida cristiana penetrando en profundidad en la sociedad con su testimonio de vida y sus enseñanzas. También hoy, la nueva evangelización necesita apóstoles bien preparados, con celo y valientes, para que la luz y la belleza del Evangelio prevalezcan sobre las tendencias culturales del relativismo ético y de la indiferencia religiosa, y transformen los distintos modos de pensar y de actuar en un auténtico humanismo cristiano. Es sorprendente que san Lorenzo de Brindisi pudiera desarrollar ininterrumpidamente esta actividad de apreciado e infatigable predicador en muchas ciudades de Italia y en distintos países, no obstante realizara encargos importantes y de gran responsabilidad. Dentro de la Orden de los Capuchinos, de hecho, fue profesor de teología, maestro de novicios, muchas veces ministro provincial y consejero general y, finalmente ministro general del 1602 al 1605.

En medio de tantos trabajos, Lorenzo cultivó una vida espiritual de fervor excepcional, dedicando mucho tiempo a la oración y de modo especial a la celebración de la Santa Misa, que a menudo conllevaba horas, entendiendo y conmoviéndose con el memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

viernes, 20 de mayo de 2016

San Juan Pablo II. San Bernardino de Siena


S. S. Juan Pablo II
SAN BERNARDINO DE SIENA (1380-1444) 
Carta al obispo y fieles de la diócesis 
de Massa Marittima, Italia,
con ocasión del VI centenario 
del nacimiento de San Bernardino (6-IX-1980)

3. De no menor interés es el testimonio que Bernardino nos ofrece como religioso. A los 22 años, después de una experiencia de compromiso social y caritativo con otros pocos jóvenes de Siena, durante la peste que estaba despoblando la ciudad, pidió ingresar en los Hermanos Menores. Eligió el grupo que estaba ya renovando la Orden, con el retorno a la observancia rígida y austera, que florecía de nuevo en Brogliano con fray Pauliccio Trinci de Foligno, y luego con fray Giovanni de Stroncone. Su experiencia heroica de caridad entre los apestados y el instintivo servicio de «constructor de la paz» y de custodio ejemplar de la castidad entre los jóvenes de Siena, en la universidad de la ciudad y en la Compañía de «Santa Maria della Scala», fueron la mejor carta de presentación para obtener la aceptación entre los franciscanos.

Sabemos por sus biógrafos que casi inmediatamente comenzó a dirigir a sus hermanos como superior local y provincial, en Toscana y Umbría, hasta que coronó su «servicio a los hermanos» como vicario general de la observancia. Fueron cerca de 300 conventos los que él renovó o aceptó entre los observantes, acá y allá por Italia.

Lo mismo que de seglar había estimulado a los amigos a las obras de caridad y de heroica asistencia social, así también como religioso supo infundir en los hermanos el ardor de su celo en seguir las huellas del «Poverello» por el camino del radicalismo evangélico. La fascinación de su personalidad conquistaba a cuantos se le acercaban. Cuanto más clara era la presentación que hacía de las exigencias austeras de la regla, tanto mayor era el fervor con que corrían tras el maestro, con el deseo de emular sus virtudes.

De este modo el movimiento de la observancia, que comenzó con los hermanos laicos, se convierte con San Bernardino en una nueva fuerza de espiritualidad y de cultura, que estimula a todo el franciscanismo a vencer las debilidades humanas, los cansancios de la rutina, y favorece su nuevo florecimiento con un nutrido número de jóvenes estudiantes universitarios, comprometidos en el estudio de la teología, de la moral, del derecho, y en el apostolado popular en toda Italia. Entre éstos destacan los amigos íntimos de Bernardino: San Juan de Capistrano, San Jaime de la Marca, el Beato Alberto de Sarteano y otros muchos, en Umbría, en Toscana, en las Marcas, en Italia y fuera de Italia. Los observantes serán llamados «bernardinos» en algunas regiones de Europa, como por ejemplo, en mi patria, Polonia.

4. Bernardino, hombre excelente y religioso ejemplar, permanece en la historia de la cristiandad sobre todo como apóstol. Predicador itinerante, como Cristo, como los Apóstoles, hizo del púlpito su cátedra.

Fue el más grande predicador popular de la época, de tal manera que el siglo XV fue definido «el siglo de San Bernardino». En muchas partes de Italia central y septentrional surgen altares, oratorios, templos erigidos en memoria de sus predicaciones y de sus milagros. Admirado por los sencillos como por los sabios, por los magistrados como por los hombres de Iglesia, Bernardino fue pedido como obispo en Siena, en Ferrara, en Urbino. Rehusó siempre, para mantener la libertad de llevar su palabra dondequiera que fuese solicitado, estando íntimamente convencido de haber recibido de Dios la llamada para este ministerio y no para otro.

5. Bernardino de Siena permanece en la historia de la predicación, de la teología y de la ascética sobre todo como apóstol del Nombre de Jesús. Profundamente afectado por la advertencia de Cristo: «Lo que pidiereis en mi nombre, eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo», no se cansa de hacerse eco de ella: pedir al Padre en el nombre del Hijo es reconocer el designio de Dios, que ha querido servirse del Verbo encarnado para salvarnos. Nosotros podemos y debemos santificarnos por medio de la invocación del Hijo, cuya mediación nos abre el camino de acceso al Padre. El nombre de Cristo, pues, significa misericordia para los pecadores, fuerza para vencer en la lucha, salud para los enfermos, alegría y exultación para quien lo invoca con devoción en las diversas circunstancias de la vida, gloria y honor para cuantos creen en Él, conversión de la tibieza al fervor de la caridad, certidumbre de ser escuchado quien lo invoca, dulzura para quien lo medita devotamente, suavidad inebriante para quien penetra su misterio en la contemplación, fecundidad de méritos para quien todavía es peregrino, glorificación y bienaventuranza para quien ya ha llegado a la meta.

El nombre de Jesús fue la bandera, blandiendo la cual San Bernardino afrontó las situaciones más difíciles, saliendo triunfador de ellas: en ese Nombre obtuvo la pacificación de las facciones rivales, el mejoramiento de las costumbres, el enardecimiento de la fe, el incremento de la práctica cristiana.

jueves, 17 de abril de 2014

El Cenáculo de Jerusalén

Este documental, producido por los franciscanos de Tierra Santa, nos describe el lugar santo de la Cena del Señor.

martes, 25 de marzo de 2014

Nazareth

De la mano de los franciscanos de Tierra Santa, visitamos Nazareth, el lugar donde se produjo la Anunciación, y donde comenzó el misterio de la Salvación de los hombres.

domingo, 23 de marzo de 2014

El desierto de Judá

La primera lectura de hoy nos cuenta la escena del Éxodo en la que Israel, en un ambiente hostil a causa de la falta de agua, protesta y se lamenta por haberse puesto en camino hacia la Tierra por Dios prometida. Moisés, aguantando la incredulidad del pueblo, obedece a Dios y golpea con su bastón a la roca, de la que brotan las aguas.

El desierto, donde falta el agua, termina por convertirse en el lugar de purificación, donde el hombre aprende a confiar en Dios y a vencer a las tentaciones, como hizo Jesús durante los cuarenta días de su retiro en el desierto, y como tantos otros cristianos lo han imitado a lo largo de los siglos. El siguiente reportaje de los franciscanos de Tierra Santa nos muestra esta presencia cristiana en el desierto de Judea.

lunes, 29 de julio de 2013

Betania, la casa de Lázaro, Marta y María.

Hoy recordamos a los santos hospederos de Jesús, sus amigos Lázaro, Marta y María. vivían en un pueblo próximo a Jerusalén, Betania. Era para Jesús un lugar no sólo de refugio físico, sino también de consuelo espiritual. Allí tuvo lugar el último signo de Jesús según el Evangelio de san Juan: la resurrección de Lázaro. Actualmente, en medio de una población mayoritariamente musulmana, pervive en aquel lugar una comunidad franciscana, que mantiene vivo el recuerdo de los santos hospederos del Señor. El siguiente video nos muestra el lugar.

domingo, 21 de julio de 2013

San Lorenzo de Brindisi y el Monasterio de La Anunciada


El Martirologio romano anuncia hoy la memoria de San Lorenzo de Brindis: Presbítero y doctor de la Iglesia, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, predicador incansable por varias naciones de Europa, que de carácter sencillo y humilde, cumplió fielmente todas las misiones que se le encomendaron, como la defensa de la Iglesia ante los turcos que intentaban dominar Europa, la reconciliación de príncipes enfrentados y el gobierno de su Orden religiosa. Murió en Lisboa, en Portugal, el veintidós de julio de 1619.

Panteón de los Marqueses de Villafranca. La Anunciada

Los marqueses de Villafranca, poderosa familia del Reino, consiguió que sus reliquias, embalsamadas en Lisboa, lugar de su fallecimiento, fueran trasladadas al Monasterio La Anunciada, en su señorío de Villafranca del Bierzo, donde se han custodiado y venerado desde entonces.

Retablo de la Iglesia de La Anunciada

El papa Benedicto XVI le dedicó su catequesis del 23 de marzo de 2011. Ninguna palabra como la suya para glosar la figura del santo:

Tumba de San Lorenzo de Brindisi. La Anunciada

Queridos hermanos y hermanas,

recuerdo aún con alegría la acogida festiva que se me reservó en 2008 en Brindisi, la ciudad que en 1559 vio nacer a un insigne doctor de la Iglesia, san Lorenzo de Brindisi, nombre que Giulio Cesare Rossi asumió al entrar en la Orden de los Capuchinos. Desde la infancia fue atraído por la familia de san Francisco de Asís. De hecho, huérfano de padre a los siete años, fue confiado por la madre a los cuidados de los frailes Conventuales de su ciudad. Algunos años después, sin embargo, se trasladó con su madre a Venecia, y precisamente en el Véneto conoció a los Capuchinos, que en aquella época se habían puesto generosamente al servicio de toda la Iglesia, para incrementar la gran reforma espiritual promovida por el Concilio de Trento. En 1575 Lorenzo, con la profesión religiosa, se convirtió en fraile capuchino, y en 1582 fue ordenado sacerdote. Ya durante los estudios eclesiásticos mostró las eminentes cualidades intelectuales de las que había sido dotado. Aprendió fácilmente las lenguas antiguas, entre ellas el griego, el hebreo y el sirio, y las modernas como el francés y el alemán, que se unían al conocimiento de la lengua italiana y al de la latina, que en esa época se hablaba con fluidez entre los eclesiásticos y los hombres de cultura.

Gracias al dominio de muchos idiomas, Lorenzo pudo llevar a cabo un intenso apostolado hacia diversas categorías de personas. Predicador eficaz, conocía de modo profundo no sólo la Biblia, sino también la literatura rabínica, que los propios Rabinos se quedaban asombrados y admirados, manifestándole estima y respeto. Teólogo versado en la Sagrada Escritura y en los Padres de la Iglesia, era capaz de ilustrar de modo ejemplar la doctrina católica también a los cristianos que, sobre todo en Alemania, se habían adherido a la Reforma. Con su exposición clara y tranquila, mostraba el fundamento bíblico y patrístico de todos los artículos de fe puestos en discusión por Martín Lutero. Entre estos, la primacía de san Pedro y de sus sucesores, el origen divino del Episcopado, la justificación como transformación interior del hombre, la necesidad de las obras buenas para la salvación. El éxito que gozó Lorenzo nos ayuda a comprender que también hoy, llevando hacia adelante el diálogo ecuménico con tanta esperanza y la confrontación con las Sagradas Escrituras, leídas según la Tradición de la Iglesia, constituyen un elemento irrenunciable y de fundamental importancia, como he querido recordar en la Exhortación Apostólica Verbum Domini (n.46).


También los fieles más sencillos, no dotados de gran cultura, se beneficiaron de las palabras convincentes de Lorenzo, que se dirigía a la gente humilde para exhortar a todos a la coherencia de la propia vida con la fe profesada. Esto fue un gran mérito de los Capuchinos y de otras órdenes religiosas, que en los siglos XVI y XVII, contribuyeron a la renovación de la vida cristiana penetrando en profundidad en la sociedad con su testimonio de vida y sus enseñanzas. También hoy, la nueva evangelización necesita apóstoles bien preparados, con celo y valientes, para que la luz y la belleza del Evangelio prevalezcan sobre las tendencias culturales del relativismo ético y de la indiferencia religiosa, y transformen los distintos modos de pensar y de actuar en un auténtico humanismo cristiano. Es sorprendente que san Lorenzo de Brindisi pudiera desarrollar ininterrumpidamente esta actividad de apreciado e infatigable predicador en muchas ciudades de Italia y en distintos países, no obstante realizara encargos importantes y de gran responsabilidad. Dentro de la Orden de los Capuchinos, de hecho, fue profesor de teología, maestro de novicios, muchas veces ministro provincial y consejero general y, finalmente ministro general del 1602 al 1605.

En medio de tantos trabajos, Lorenzo cultivó una vida espiritual de fervor excepcional, dedicando mucho tiempo a la oración y de modo especial a la celebración de la Santa Misa, que a menudo conllevaba horas, entendiendo y conmoviéndose con el memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

lunes, 15 de julio de 2013

Noviciado de San Buenaventura de Riobamba

Los lugares sagrados no tienen por qué ser siempre edificios históricos o ruinas románticas. La santidad procede de las personas que procuran seguir a Cristo con una forma de vida evangélica. En este día en el que recordamos a san Buenaventura, queremos cruzar el Atlántico hasta la localidad de Riobamba, en Ecuador, donde se encuentra el Noviciado de San Buenaventura de la Orden de Frailes Menores, de la Provincia de San Francisco de Quito. Los novicios pertenecen a la promoción 2010 - 2011. Que el Señor derrame sobre ellos sus bendiciones, y vivan su vida franciscana con alegría y santidad.

sábado, 15 de junio de 2013

El Convento de Porta Coeli 1

Al sur de la Provincia de Salamanca se encuentra el Convento de Porta Ceoli, habitado desde el siglo XIV por monjas de la Orden Tercera Franciscana Regular. Televisión Española realizó hace unos meses un reportaje para su programa Pueblo de Dios, cuya primera parte hoy podemos ver.