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lunes, 22 de abril de 2019

Evolución del Retablo Mayor de la Catedral de Palencia


Estamos contemplando estos días de Pascua tablas de Juan de Flandes que se veneran en Catedral de Palencia. Ya hemos visitado este Retablo de la Capilla Mayor del templo palentino. Hoy veremos la evolución de este Retablo. Muchos estudiosos e investigadores del tema han aportado documentación que permite ver la evolución y distintas obras que se llevaron a cabo en el retablo desde 1504 hasta 1609.

Después de los encargos previos y de haberse realizado las obras de arte requeridas, los elementos del futuro retablo pasaron a la espera de ser montados y colocados en la antigua capilla mayor pero no hubo lugar porque en 1509 el obispo Juan Rodríguez de Fonseca decidió trasladar esta capilla al lugar donde se encuentra ahora, espacio que estaba ocupado por el coro conventual. La nueva capilla mayor suponía un habitáculo mucho mayor por lo que hubo que replantearse el tamaño y posición de los elementos del retablo. La solución fue encargar el 19 de diciembre de 1509 al pintor Juan de Flandes una serie de pinturas en tabla que agrandarían en un cuerpo más en altura y dos calles en anchura. El trabajo de Juan de Flandes no se entregó hasta 1519.

Ese mismo año en el mes de enero el escultor Juan de Balmaseda firma un contrato para la ejecución de un Calvario de grandes proporciones que sería integrado en el ático del retablo. De este nuevo espacio se ocupa el palentino Pedro Manso, maestro de talla, firmando un contrato en 1522. Se requiere que tenga forma semicircular y que esté cerrado por una gran cornisa. En 1525 este proyecto sufre cambios y avatares entre los que se encuentra la retirada de cuatro escudos y el añadido en lo alto de toda una fila con las cabezas o bustos descrita anteriormente. En este año se contrata nuevamente todo el dorado y estofado del retablo. En las cláusulas del contrato se enumeran una gran cantidad de detalles a seguir para que el resultado final sea el de una magnífica obra de arte de gran calidad.

Desde mayo hasta septiembre de 1520 Alonso de Solórzano y Gonzalo de la Maza se ocuparon de una serie de reformas y del encajamiento para el Calvario. Todo ello va dando forma al actual retablo. En 1559 y siguiendo las recomendaciones del Concilio de Trento, el Cabildo decide colocar en el centro del retablo una imagen de su patrono San Antolín. Se sustituye así una tabla de Juan de Flandes con el tema del Calvario por la escultura de bulto redondo de este santo.


Entrado el siglo XVII se realizan una serie de reformas en toda la calle central y el primitivo San Antolín es sustituido por una talla de Gregorio Fernández de factura y rasgos muy al gusto de la época. Es de tamaño casi natural, con el cuello ligeramente curvado. Se remodela también la parte del tabernáculo, empezando por separar la mesa de altar para evitar el ahumado de las velas. En 1607 los escultores palentinos Juan Sanz de Torrecilla, Pablo de Torres y Alonso Núñez se encargan de los trabajos del nuevo tabernáculo. Dos años más tarde los pintores palentinos Francisco de Molledo y Pedro de Roda se comprometen a dorar la imagen de San Antolín de Gregorio Fernández y la parte donde va instalado el tabernáculo con la custodia y el Sagrario.

A finales del siglo XVIII y bajo el mandato del obispo Mollinedo se renueva el pavimento de toda la fábrica y se cubren los azulejos de la predela con paneles que imitan al mármol y al jaspe, todo decorado al estilo neoclásico propio del momento.

viernes, 15 de marzo de 2019

San Sisebuto y san Pedro de Cardeña


Nos recuerda hoy el Martirologio Romano la santidad del santo abad benedictino Sisebuto, No consta su patria ni el año de su nacimiento ni el de su ingreso en la vida monástica. Aparece en la histona como abad del monasterio de San Pedro de Cardeña en el que había profesado como monje, pero sin que se sepa tampoco la fecha exacta en que comenzó a ejercer la dignidad abacial, pero se suele dar la del año 1056. Entre ese año y 1086 aparece como tal abad en numerosos documentos del monasterio.

Participó en la fundación del monasterio de Santa María la Mayor de Valladolid, donde puso monjes bajo su misma regla de San Benito. Alcanzó gran esplendor bajo su mandato el monasterio, que se vio favorecido por los reyes, la nobleza y el pueblo.

Claustro de los Mártires

Se identifica a Sisebuto con el abad Sancho que acoge al Cid Campeador y toma la tutela de la mujer e hijas del gran guerrero durante su destierro. Fue amigo de otros santos abades de su tiempo: Santo Domingo de Silos, San Íñigo de Oña, y San García de Arlanza. Munó el año 1086. En 1835, cuando la exclaustración decretada por el gobierno de la regente María Cristina, las reliquias del santo fueron llevadas a la catedral de Burgos.


El monasterio de San Pedro de Cardeña se habrá fundado antes de 902 cuando el conde de Lantarón y de Cerezo, Gonzalo Téllez y su esposa Flámula realizaron la primera donación documentada al cenobio el 24 de septiembre de ese año de una serna en Pedernales y unas eras de sal.


En los siglos IX o X sus monjes fueron martirizados por los musulmanes, canonizados en 1603 y conocidos como los «Mártires de Cardeña». El monasterio goza de gran popularidad con gran afluencia de devotos, entre los que se encuentran el rey Felipe III de España y su esposa la reina Doña Margarita de Austria. Una de sus preciadas reliquias, la cabeza de su abad San Esteban, fue trasladada al Monasterio de Celanova; también se encuentran dos urnas en el Monasterio de la Huelgas y otra en la Catedral de Burgos.

Sepulcro del Cid y doña Jimena

Cada año, el 6 de agosto, aniversario del martirio, la tierra del claustro donde fueron sepultados los mártires, se teñía de un color rojizo que parecía sangre. El milagroso prodigio, ampliamente testificado, se repite hasta finales del siglo XIV. El año 1674 ya una vez levantado el nuevo claustro de estilo herreriano se reprodujo el hecho, personándose el arzobispo Enrique de Peralta, que vivamente impresionado encargó un estudio, interviniendo médicos y teólogos. Recogió el líquido, coaguló al ser puesto en agua hirviendo.

El Monasterio fue repoblado en 1942, después de la Exclaustración, por monjes trapenses de la Abadía de Nuestra Señora de los Mártires. El 1 de febrero de 1967 un violento incendio destruyó las tres cuartas partes del monasterio.

martes, 12 de marzo de 2019

La Trinidad en el Retablo de la Cartuja de Miraflores


Este martes primero de cuaresma contemplamos, de forma especial, el misterio de la Santísima Trinidad, no sólo de forma especulativa, sino sobre todo mediante la oración. En el Evangelio Jesús nos enseña a orar, llamando a Dios Padre. El Espíritu Santo nos mueve, cada vez que oramos, a confiar en Dios como Padre nuestro, que nos lo ha dado todo a través de Jesucristo, su Hijo.


Por eso, queremos visitar hoy a través de esta entrada uno de los retablos más sorprendentes del arte medieval: el de la Cartuja de Miraflores, la genial obra de Diego de Siloé, en la que se representa la Trinidad, en el centro de un círculo, en torno a la Cruz. La vigilia de Navidad de 1499 se acababa de asentar el retablo mayor de la cartuja de Miraflores completando, así, el presbiterio de la elegante iglesia de los Colonia y convirtiéndolo, definitivamente, en uno de los máximos puntos de referencia del último gótico europeo. Tres años antes habían dado comienzo las obras, siendo responsables de todo, una vez más, maestre Gil y Diego de la Cruz.


Gil de Silóe creó una forma que, una vez más, parece no tener precedentes claros en la escultura. Esquemas parciales, como los círculos inscritos en otro mayor, que es la rueda de los ángeles que rodean al Crucificado, pueden encontrarse sobre todo en la miniatura. La idea general se asemeja a un gran tapiz. En conjunto obedece a un esquema geométrico muy riguroso y fue necesario crear una estructura, mucho más complicada que la del retablo de la catedral de Burgos, como soporte de todas las imágenes. El rectángulo total se divide en dos muy claramente diferenciados. El superior se centra en la Crucifixión, donde Cristo es el eje de simetría principal. La rueda de ángeles mayor es tangente arriba y abajo y otras cuatro menores se sitúan en los ángulos, ocupadas por los evangelistas. La Cruz divide en cuatro partes la central de modo que cada una de éstas sea ocupada por nuevos círculos. En la zona inferior predominan las verticales, potenciadas por cuatro figuras de santos de considerable tamaño. La zona limitada por ellas se divide en dos pisos, con círculos en el superior y rectángulos en el inferior.


La monumental Crucifixión está en la misma línea y el pelicano sobre la cabeza de Cristo, además de ser figura suya en múltiples contextos contemporáneos, resalta el sentido sacrificial y soteriológico general. La presencia de la Trinidad es notable por su modo de representación en lo que afecta a la humanizada personalidad del Espíritu, en forma femenina, que flanquea la Cruz como el Padre.

miércoles, 30 de enero de 2019

San Lesmes de Burgos

Tumba de San Lesmes. Burgos

En la ciudad de Burgos, en Castilla la Vieja, región de España, san Lesmes (Adelelmo), abad, que convirtió en monasterio la capilla de San Juan y el hospital de pobres contiguo (1097).

Este anuncio del Martirologio romano nos lleva hoy a la Cabeza de Castilla, para conocer a san Lesmes, cuyo sepulcro se venera en la iglesia de su nombre en Burgos, ciudad de la que es patrono. Ahora bien, como suele ocurrir con los santos, su lugar de nacimiento es muy otro, y al saber que Lesmes es una adaptación fonética de Adelelmo, quizás empiece a sonarnos a menos castizo y castellano. En realidad era del otro lado de los Pirineos, de Loudun, en el Poitou, y debía de llamarse Adelelme, o, aún más, a la francesa, Aleaume. Nació de una familia acaudalada, y después de repartir sus bienes entre los pobres vistió las ropas de uno de sus antiguos criados y fue en peregrinación a Roma. 


Más tarde fue monje y llegó a ser abad del monasterio de La Chaise-Dieu, fundada por el san Roberto, en la Auvernia, hasta que Constanza, que era de origen borgoñón, la esposa del rey castellano Alfonso VI, le llamó a España para introducir la liturgia romana en sustitución de la mozárabe. 


Lesmes fundó en Burgos el monasterio benedictino de San Juan Evangelista, y allí se dedicó a atender a las necesidades de los peregrinos de Santiago, quizá recordando los lejanos tiempos en que él también peregrinaba, y al cuidado de los enfermos. El despliegue de caridad religiosa al servicio de todos y especialmente de los enfermos, hasta su muerte el año 1097, le mereció el ser considerado por Burgos como su Santo Patrono. Este francés, al que imaginamos siempre con los severos, rígidos trazos de la iconografía románica, se identificó tanto con su ciudad de adopción que casi hemos llegado a olvidar que vino de otras tierras; para hacer a Castilla y a España más universal, según el modelo de Roma, y para fundirse servicialmente con la etapa de Burgos en el camino de Santiago, viendo cómo su nombre se iba transformando en boca de los burgaleses, haciéndose pronunciable para ellos, hasta quedar convertido en un signo más de su entrega total a una misión.

Iglesia de San Lesmes

La iglesia de San Lesmes se edificó en el siglo XIV sobre los restos de la capilla de San Juan Evangelista. Es de estilo gótico, aunque su fachada no tiene apenas decoración, salvo por la portada, el rosetón y el campanario. Su púlpito de piedra está considerado el mejor de Burgos. Posee un coro plateresco situado en la zona del altar, y alberga varios sepulcros sobre todo laterales.

miércoles, 23 de enero de 2019

Iglesia de San Pedro y San Ildefonso de Zamora


La Iglesia Arciprestal de San Pedro y San Ildefonso, es un templo, en origen románico, de la ciudad de Zamora, el de mayor tamaño e importancia de la localidad después de la Catedral. La fábrica actual se empezó a construir en el siglo XI por orden del rey Fernando I de León y Castilla, sobre la antigua Iglesia de Santa Leocadia, probablemente de origen visigótico. Hacia el fin del XII y durante el XIII fue reformada y ampliada en el mismo estilo, pero desde el siglo XV sufrió una serie de modificaciones que hacen que poco quede hoy en día del románico original, tan sólo el muro sur, parte del septentrional, el ábside central semicircular, el hastial, la portada norte, situada detrás de la actual neoclásica, con tres arquivoltas de medio punto que descansan en una imposta apoyada en tres pares de columnas con capiteles de hojas y volutas; y la portada meridional (actualmente cegada), con tres arquivoltas lobuladas semicirculares sobre columnas con capiteles de hojas y cuatro arcos ciegos.


En esa centuria su estructura fue modificada por completo, pasando de tener tres naves a una sola con bóvedas de crucería. Al eliminar las dos hileras de soportes interiores, fue necesario construir los arbotantes que se ven sobre la calle San Pedro, para poder sostener la cubierta. A finales del XVII se reformó la capilla mayor y se reedificó la sacristía. Entre 1719 y 1723 Joaquín Benito Churriguera (autor también del antiguo retablo mayor barroco de la Catedral) reparó el interior, reformó la torre y construyó la portada occidental -la que da a la calle del Arcipreste-. Por último, a finales del mismo siglo XVIII se construyó la portada norte (frente a la confluencia de las rúas), en estilo neoclásico.


El templo alberga los restos de San Ildefonso de Toledo, que se supone fueron traídos a la ciudad por los mozárabes toledanos que la repoblaron en época de Alfonso III el Magno. El derribo de la antigua Iglesia de Santa Leocadia y su sustitución por la actual hizo que se les perdiera la pista durante un tiempo, hasta que en 1260 fueron localizados durante unas obras de ampliación, lo que obligó a extender la advocación inicial de San Pedro a los dos santos. Desde 1496 descansan en lo alto de la capilla mayor. Asimismo guarda el cuerpo de San Atilano, primer obispo de Zamora y patrón de la ciudad así como de Tarazona, su localidad natal. Fue enterrado también en la construcción primitiva y de igual manera sus restos se perdieron posteriormente, hasta su hallazgo en el siglo XVI.

La significación de San Ildefonso provocó insistentes demandas por parte del poderoso cabildo primado de Toledo reclamando sus restos, llegándose a producir incluso varios intentos de robarlos. Eso hizo que se constituyera, en el siglo XV, para custodiar su cuerpo (y posteriormente también el de San Atilano) la Real, Muy Antigua e Ilustre Cofradía de Caballeros Cubicularios de San Ildefonso y San Atilano, de la que el párroco-arcipreste de San Pedro y San Ildefonso ostenta estatutariamente el cargo de prior. Sus integrantes visten un hábito capitular de color verde. No obstante las disputas del pasado, en 2007, año del XIV centenario de su nacimiento, se autorizó el traslado de sus reliquias durante unos días a la Ciudad Imperial, atendiendo una petición de su archidiócesis.

jueves, 17 de enero de 2019

San Antón de Castrojeriz

Ventanal de San Antón de Castrojeriz con la Tau de los Antonianos

Una de las sorpresas con la se encuentran que los peregrinos que se dirigen a Santiago, es el arco que cubre el Camino, en las ruinas del Monasterio de San Antón de Castrojeriz (diócesis de Burgos). ¿Qué Orden religiosa era ésta, extinguida en vísperas de la Revolución Francesa?


Se afirma que Antonio vivió hasta los 105 años, y que dio orden de que sus restos reposasen a su muerte en una tumba anónima. Sin embargo, alrededor de 561 sus reliquias fueron llevadas a Alejandría, donde fueron veneradas hasta alrededor del siglo XII, cuando fueron trasladadas a Constantinopla. La Orden de los Caballeros del Hospital de San Antonio, conocidos como Hospitalarios, fundada por esas fechas, se puso bajo su advocación. La iconografía lo refleja, representando a san Antonio con el hábito negro de los Hospitalarios y la tau o la cruz egipcia que vino a ser su emblema.


Tras la caída de Constantinopla, las reliquias de Antonio fueron llevadas a la provincia francesa del Delfinado, a una abadía que años después se hizo célebre bajo el nombre de Saint-Antoine-en-Viennois. La devoción por este santo llegó también a tierras valencianas, difundida por el obispo de Tortosa a principios del siglo XIV.

La orden de los antonianos se ha especializado desde el principio en la atención y cuidado de enfermos con dolencias contagiosas: peste, lepra, sarna, enfermedades venéreas y sobre todo el ergotismo, llamado también fuego de san Antón o fuego sacro o culebrilla. Se establecieron en varios puntos del Camino de Santiago, a las afueras de las ciudades, donde atendían a los peregrinos afectados.


El hábito de la orden es una túnica de sayal con capuchón y llevan siempre una cruz en forma de tau, como la de los templarios. Durante la Edad Media además tenían la costumbre de dejar sus cerdos sueltos por las calles para que la gente les alimentara. Su carne se destinaba a los hospitales o se vendía para recaudar dinero para la atención de los enfermos.

Uno de los Monasterios de esta Orden era el de Castrojeriz situado a las afueras sobre lo que fue anteriormente el palacio y la huerta del rey Pedro I de Castilla. Cuidaban de los peregrinos y de los enfermos que llegaban haciendo el Camino de Santiago.

Este monasterio estuvo bajo la protección real, por eso hay escudos reales en la portada de la iglesia y en las claves de las bóvedas. Lo fundó Alfonso VII en el siglo XII (año 1146). Las ruinas actuales son del siglo XIV. El hospital tuvo mucha importancia, pues fue la sede de la Encomienda General de la Orden de San Antonio en los distintos reinos de la Corona de Castilla y Portugal, con más de veinte encomiendas dependientes (casas-monasterios-hospitales). Eran famosas las ceremonias que hacían los monjes antonianos para bendecir diversos objetos, a las que acudían muchos fieles.

sábado, 25 de marzo de 2017

Convento de la Encarnación de Ávila


Bajo el patrocinio del misterio de la Encarnación se fundaron diversos Monasterios y Conventos, uno de los cuales ostenta un especial relieve en el contexto del quinto Centenario del nacimiento de Santa Teresa.


El Monasterio de la Encarnación se funda en 1478 en el interior de la ciudad amurallada, siendo a principios del siglo XVI cuando el convento carmelita se traslada a las afueras de la ciudad, construyéndose el monasterio sobre unos terrenos adquiridos al Cabildo y que, anteriormente, había sido el cementerio judío.

Locutorio de la Levitación

El 4 de abril de 1515, día en que la Santa fue bautizada, se inaugura, aún sin concluir, el monasterio, configurado con cuatro naves que cierran un patio central, con claustro de dos plantas. A finales del siglo XVI, la celda que ocupó Teresa de Jesús se destina a oratorio, ideándose construir una capilla, la cual no quedará inaugurada hasta 1717. La configuración actual de la capilla de la Transverberación es a base de cuatro arcos torales y cúpula de media naranja.

Celda de Santa Teresa

En el XVIII se transformó el interior de la primitiva iglesia dentro de una estética barroca. La planta es de cruz latina, con una sola nave cubierta con bóveda de cañón y cúpula con pechinas y linterna. Altares y retablos pertenecen también al gusto barroco. En la fachada meridional del monasterio destaca la gran espadaña, obra de 1715.

Capilla de la Transverberación

Este Monasterio es uno de los lugares esenciales de la vida de Teresa de Ávila, donde permaneció casi ininterrumpidamente desde 1535 hasta 1574. Cuando Teresa de Cepeda, sin permiso paterno, ingresa en la Orden del Carmen, el monasterio era uno de los más poblados de la ciudad. Contaba con un número muy elevado de bienes, y al igual que en otros muchos, la vida de convento no era rigurosa, existiendo diferencias sociales muy acusadas entre las monjas. En La Encarnación recibe los consejos de san Francisco de Borja, de san Juan de la Cruz y de san Pedro de Alcántara, y desde aquí se preparará la Reforma del Carmelo.



San Juan Pablo II en La Encarnación

lunes, 23 de enero de 2017

Iglesia de San Pedro y San Ildefonso de Zamora


La Iglesia Arciprestal de San Pedro y San Ildefonso, es un templo, en origen románico, de la ciudad de Zamora, el de mayor tamaño e importancia de la localidad después de la Catedral. La fábrica actual se empezó a construir en el siglo XI por orden del rey Fernando I de León y Castilla, sobre la antigua Iglesia de Santa Leocadia, probablemente de origen visigótico. Hacia el fin del XII y durante el XIII fue reformada y ampliada en el mismo estilo, pero desde el siglo XV sufrió una serie de modificaciones que hacen que poco quede hoy en día del románico original, tan sólo el muro sur, parte del septentrional, el ábside central semicircular, el hastial, la portada norte, situada detrás de la actual neoclásica, con tres arquivoltas de medio punto que descansan en una imposta apoyada en tres pares de columnas con capiteles de hojas y volutas; y la portada meridional (actualmente cegada), con tres arquivoltas lobuladas semicirculares sobre columnas con capiteles de hojas y cuatro arcos ciegos.


En esa centuria su estructura fue modificada por completo, pasando de tener tres naves a una sola con bóvedas de crucería. Al eliminar las dos hileras de soportes interiores, fue necesario construir los arbotantes que se ven sobre la calle San Pedro, para poder sostener la cubierta. A finales del XVII se reformó la capilla mayor y se reedificó la sacristía. Entre 1719 y 1723 Joaquín Benito Churriguera (autor también del antiguo retablo mayor barroco de la Catedral) reparó el interior, reformó la torre y construyó la portada occidental -la que da a la calle del Arcipreste-. Por último, a finales del mismo siglo XVIII se construyó la portada norte (frente a la confluencia de las rúas), en estilo neoclásico.


El templo alberga los restos de San Ildefonso de Toledo, que se supone fueron traídos a la ciudad por los mozárabes toledanos que la repoblaron en época de Alfonso III el Magno. El derribo de la antigua Iglesia de Santa Leocadia y su sustitución por la actual hizo que se les perdiera la pista durante un tiempo, hasta que en 1260 fueron localizados durante unas obras de ampliación, lo que obligó a extender la advocación inicial de San Pedro a los dos santos. Desde 1496 descansan en lo alto de la capilla mayor. Asimismo guarda el cuerpo de San Atilano, primer obispo de Zamora y patrón de la ciudad así como de Tarazona, su localidad natal. Fue enterrado también en la construcción primitiva y de igual manera sus restos se perdieron posteriormente, hasta su hallazgo en el siglo XVI.

La significación de San Ildefonso provocó insistentes demandas por parte del poderoso cabildo primado de Toledo reclamando sus restos, llegándose a producir incluso varios intentos de robarlos. Eso hizo que se constituyera, en el siglo XV, para custodiar su cuerpo (y posteriormente también el de San Atilano) la Real, Muy Antigua e Ilustre Cofradía de Caballeros Cubicularios de San Ildefonso y San Atilano, de la que el párroco-arcipreste de San Pedro y San Ildefonso ostenta estatutariamente el cargo de prior. Sus integrantes visten un hábito capitular de color verde. No obstante las disputas del pasado, en 2007, año del XIV centenario de su nacimiento, se autorizó el traslado de sus reliquias durante unos días a la Ciudad Imperial, atendiendo una petición de su archidiócesis.

viernes, 6 de enero de 2017

Covarrubias. Tríptico de la Adoración de los Magos


Viajamos hoy al corazón de Castilla, en la archidiócesis de Burgos, para venerar en Covarrubias una joya admirable del arte tardo-gótico: el Tríptico de la Adoración de los Magos. La imagen quiere escenificar la adoración de toda la humanidad al niño Jesús, Dios hecho hombre para nuestra salvación. Los tres magos representan las tres razas humanas: de rodillas, el primer mago simbolizaría a los occidentales; a la izquierda de la imagen, de pie, la imagen del segundo mago simbolizaría a los orientales. Y, al fondo, a la derecha, el tercer mago agruparía a todos los hombres de raza negra. No sólo eso, también estarían todas las edades de la humanidad, pues el que está arrodillado alude a la edad madura, el negro a la juventud, y el oriental a la edad de la plenitud de la vida.

Los tres personajes portan en sus manos los dones que ofrecen al Rey de Reyes: el oro, el incienso y la mirra., contenidos en relicarios, dos de ellos en forma de cáliz. La imagen de la Virgen, rubia y de cuello erguido, expresa el ideal de belleza femenina de la época. Por su parte, llama la atención la imagen de san José por su realismo: parece un verdadero labrador castellano, y aporta una gran sensación de paz y serenidad a toda la escena.

martes, 20 de diciembre de 2016

Santo Domingo de Silos


Recordamos hoy la memoria de Domingo Manso, un monje de la lejana Edad Media en el Monasterio de San Millán de la Cogolla, el cual, siendo prior, se negó a obedecer las injustas disposiciones de un rey avaro consentidas por un abad indigno. su negativa le valió el exilio, encaminándose al lugar en el que florecería su santidad y que le daría fama en el tiempo: Santo Domingo de Silos.


La vida monástica en todo el Valle de Tabladillo, especialmente en Silos, comenzó con probabilidad, a la hora de la reconquista castellana, a fines del siglo IX, en forma de granjas monástico-familiares. Pero, desde el siglo X, el monasterio propiamente de San Sebastián de Silos ya entra en la historia documentalmente.


Sin embargo, debido a los estragos de Almanzor, el monasterio silense cae en gran decadencia material y espiritual. En este momento, en 1041, hace presencia, de la mano del rey Fernando I de Castilla, el monje riojano emilianense Domingo. Es nombrado abad de Silos y, en treinta y dos años, con su ímpetu restaurador y con su santidad, levanta a Silos en sus edificios y en su comunidad. Muere el 20 de diciembre de 1073. Es canonizado en 1076, y se convierte en el taumaturgo medieval de la zona y su tumba en centro de peregrinación. Surge el claustro románico extraordinario, y brilla el scriptorium silense con obras como el Beato de Silos, hoy en el Museo Británico.


La Baja Edad Media coincide con una etapa menos brillante de la Abadía castellana. Pero, en 1512, el monasterio silense se adhiere a la Congregación Benedictina de Valladolid y se va formando el monasterio moderno al lado del medieval: muralla perimetral; ala sur para las celdas individuales de los monjes; la capilla de Santo Domingo; la iglesia neoclásico-barroca.


En 1835, en noviembre, obedeciendo el decreto de exclaustración del gobierno de Mendizábal, se dispersa la comunidad y se interrumpe la vida monástico benedictina de Silos a lo largo de cuarenta y cinco años. Afortunadamente, el 18 de diciembre de 1880, un grupo de monjes benedictinos franceses de la Abadía de Ligugé, dirigidos inteligentemente por un monje de la Abadía de Solesmes, Dom Ildefonso Guépin, salvó a Silos de la catástrofe total al elegir las ruinas silenses como su refugio.

Fuente del texto y fotografías:

martes, 8 de noviembre de 2016

Templos de la villa de Amusco (Palencia)


Ya hemos hablado en cierta ocasión de la villa de Amusco, en la diócesis de Palencia, ostenta un rico patrimonio eclesiástico, que testimonia su pasada magnificencia y el esplendor de la fe que se vivió en estas tierras castellanas. La Villa de Amusco, se encuentra cercana a Palencia (19,5 km.), siendo visible mucho antes de llegar a ella por la silueta de la descomunal iglesia de San Pedro. Es ésta una localidad cargada de historia, ya que hay yacimientos de época de los vacceos y los romanos. Será en la época medieval cuando la villa posea un papel más relevante, sobre todo a nivel económico, destacando por la industria lanar y los molinos de grano situados a lo largo del río Ucieza.

La Iglesia de San Pedro, fundada en el siglo XIII, es conocida popularmente como el Pajarón de Campos por recordar su voluminosa silueta desde la lejanía una gran ave recostada. El edificio fue reconstruido en los siglos XVI-XVII. En 1582 el maestro cántabro Juan de Nates se encarga de obras en la misma. En esa época se le añadió una espadaña de gran tamaño. La fabrica original de la iglesia data de época románica, de la cual solo conserva dos portadas, la más antigua es del siglo XII, la otra se puede considerar ya gótica del siglo XIII. Ambas se hallan protegidas por sendos pórticos posteriores.


La ermita de Nuestra Señora de las Fuentes, se ubica en un altozano de las afueras de Amusco. Se trata de un templo de la segunda mitad del siglo XIII, constituye un buen ejemplo de transición del románico al gótico. Mantiene las líneas generales del románico con ábside semicircular y columnas de capiteles y canecillos decorados con motivos animales y vegetales, mientras las portadas con arcos apuntados y los pináculo de las fachadas, adelantan un estilo gótico.

El siguiente reportaje de la Televisión palentina nos muestra ambos templos.




viernes, 1 de julio de 2016

Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial


Un lugar imprescindible para conocer el espíritu de la Contrarreforma Católica promovida por la Monarquía hispánica es el Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial, fundado por el rey Felipe II con motivo de su victoria sobre Francia en la batalla de San Quintín, el 10 de agosto de 1557, día de la fiesta de San Lorenzo, en cuyo honor el Monasterio fue construido en forma de parrilla, formada por distintos claustros y patios. El siguiente montaje fotográfico nos permite ver alguno de los lugares más destacados del Real Sitio.

martes, 15 de diciembre de 2015

San Juan de Baños


Son muchos los templos del cristianismo más primitivo los que se dedicaron a san Juan. Uno de ellos, la Basílica visigótica de San Juan de Baños, lo hemos visitado en varias ocasiones. Hoy renovamos esta peregrinación, en el recuerdo del Adviento a san Juan el Bautista.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Sahagún. Santos Facundo y Primitivo


El Martirologio romano nos recuerda hoy a los santos mártires Facundo y Primitivo, cuya veneración dio lugar al nacimiento del Monasterio y, posteriormente, de la villa de Sahagún, en la diócesis de León. El Monasterio de Sahagún llegó a ser el mayor monasterio benedictino de la Hispania cristiana, en el siglo XII; sucumbió, como los demás, en las turbulencias del siglo XIX, y fue destruido hasta sus cimientos, de modo que hoy apenas se conservan unos pocos restos de su egregio pasado.


¿Quiénes fueron estos santos mártires, cuyo memoria fue venerada en este cenobio? No disponemos de muchos datos, por lo que hemos de recurrir a noticias que, en parte, son legendarias.

Los santos Facundo y Primitivo, hijos de san Marcelo, centurión romano, fueron martirizados, gobernando en Galicia Ático el cual mandó pregonar un sacrificio público a una estatua del sol, que estaba en la ribera del río Cea, y era tenida en mucha veneración por toda aquella comarca. Al llegar el día señalado para el sacrificio, se juntó mucha gente, el mismo Ático, para dar ejemplo a los demás, hizo su adoración, y como era el gobernador, todos los demás le siguieron, menos Facundo y Primitivo, que no se quisieron hallar presentes en el sacrificio. Mucho sintió esto Ático; los mandó prender e interrogar, y después de varias preguntas y respuestas, entendiendo que perdía el tiempo en quererles persuadir que adorasen a sus falsos dioses, determinó darles atroces tormentos. Les quebraron los dedos de las manos, les lastimaron cruelmente las piernas, apretándoselas con una manera de cepo que como prensa se iba cerrando poco a poco; y así fatigados por una parte de los tormentos, y por otra consolados y alegres por ver que padecían por Cristo, les mandó Ático llevar a la cárcel.

Para tentarlos y probar si con blandura y regalo les podría atraer a su voluntad más fácilmente que con tormentos, les envió ricos manjares, que los dos santos hermanos no quisieron recibir; y Ático, teniendo esto por desacato e injuria, encendido de cólera y furor, los mandó echar en un horno encendido, donde estuvieron tres días con mucho alivio y refrigerio.

Pretendió matarlos dándoles ponzoña en la comida, y los santos, cuando se la trajeron, entendiendo lo que venia en ella, dijeron: « Nosotros no habíamos de gustar esta vianda, porque bien sabemos lo que hay en ella; pero para que Ático se desengañe y se manifieste más la virtud de Cristo, a quien servimos y adoramos, la comeremos toda.» Hicieron la señal de la cruz sobre ella y la comieron, y el veneno perdió su fuerza por virtud de la santa cruz y de aquel Señor a quien todas las cosas obedecen. Cuando vio esto el que había aparejado la Ponzoña, quemó sus libros y se hizo cristiano.

Todo esto era echar aceite en el fuego y abrasar más el corazón empedernido de Ático, el cual comenzó de nuevo a atormentar a los dos santos hermanos, despedazando carnes, sacándoles los nervios con garfios de hierro, echándoles aceite hirviendo por todo su cuerpo, Pegándoles hachas encendidas a los costados, y derramando en las bocas cal viva, mezclada con vinagre; no se contentó el impío tirano con esta tan desaforada é impía crueldad; el mismo Ático dijo:  «Cegadlos, porque me turban cuando me miran. » sufriendo este martirio con gran constancia y mansedumbre, le dijo uno los santos: «Mejorado nos has la vista, pues vemos ahora con solos los ojos espirituales.»


Estando sangrientos y llagados fueron colgados de los pies, y saliéndoles mucha sangre por las narices, los verdugos los dejaron por muertos; al cabo de tres días fueron hallados vivos con sus ojos enteros y claros, y las llagas sanas como si nunca hubieran sido atormentados. Mandó Ático desollarlos vivos; y ejecutándose este tormento, uno de los que estaban presentes dio grandes voces, diciendo: «Veo bajar dos ángeles con dos coronas en las manos.» Entonces Ático, turbado, dijo como por escarnio: «Cortadles las cabezas, para que ellas vayan a buscar esas coronas.»  Su martirio fue el 27 de noviembre, cerca del año 304.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Iglesias de Urueña

En honor a la Virgen del Rosario, visitamos hoy a través de este reportaje de Popular TV las dos iglesias de Urueña (Valladolid). Especialmente la primera, dedicada a Nuestra Señora de la Anunciada, es uno de los templos románicos más significativos de Castilla.

lunes, 5 de octubre de 2015

Arqueta de San Froilán. Catedral de León


La Diócesis de León celebra hoy la memoria de su santo obispo Froilán; así mismo, la diócesis de Zamora celebra la de su compañero san Atilano. Ambos fueron monjes y predicadores del Evangelio, en la difícil situación de la Hispania cristiana del siglo X. En la sección del Monacato puede encontrarse una amplia semblanza de la vida de san Froilán. Tras su muerte, fue enterrado en la catedral leonesa. Con el tiempo, sus reliquias fueron trasladas a la llamada Arqueta de San Froilán, que es venerada justo debajo del Altar mayor de la Catedral.


Esta Arqueta es uno de los tesoros más preciados de la Catedral leonesa. Es obra de Enrique de Arte, que vino a León el año 1501, para trabajar en la Custodia del Corpus, desaparecida el año 1808, y que era una de las más grandiosas de España.

La arqueta estaba ya concluida el año 1520. En su origen era la mitad más pequeña, chapeada por ambas caras. El orfebre Suero de Argüello la dividió en dos piezas hacia el 1573, quedando guarnecidos únicamente los frentes. Esta separación se hizo para colocar el sagrario entre ambas partes. Tras varias vicisitudes, volvieron a unirse y quedar tal y como la vemos hoy. Sus diez arcos de medio punto, separados por pilastrillas, cobijan los relieves de: santa Catalina de Siena, san Pedro, san Bartolomé, san Esteban, san Pablo, san Juan, Santiago, san Lorenzo, y Catalina de Alejandría. La decoración es rica, de tipo lombardo en los elementos vegetales. Abundan candelieri, grutescos, roleos, fuentes, vides, etc. Remata en crestería calada.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Colegiata de los Santos Cosme y Damián de Covarrubias


En honor de los santos Cosme y Damián, visitamos hoy la que fuera Colegiata de Covarrubias, en la archidiócesis de Burgos. La iglesia actual, gótica, fue comenzada en 1474. De elegantes proporciones y planta de cruz latina, con tres naves y crucero, acoge entre sus muros los panteones de numerosas familias ilustres de la villa.


Bajo el altar mayor, descansan tres infantas abadesas, y en el presbiterio el conde Fernán González y su esposa Sancha, esta última en un bello sepulcro hispanorromano del siglo IV. El retablo principal es barroco y el órgano, de magníficas sonoridades, es de la segunda mitad del siglo XVII.


En el claustro, construido en los primeros años del siglo XVI, está el sepulcro gótico de la infanta Cristina de Noruega, primera esposa del infante Felipe, hermano de Alfonso X el Sabio.

Sepulcro de doña Sancha

El Museo ofrece una riquísima y completa variedad de piezas de arte sacro: capiteles románicos, tablas de Berruguete, Van Eyck, orfebrería del célebre maestro Calahorra, ropas litúrgicas de los siglos XVI al XVIII y el extraordinario tríptico de la Adoración de los Magos, magnífica talla de finales del siglo XV o comienzos del XVI, de autor desconocido.


Ultimamente se ha descubierto una talla hispano-flamenca de una Virgen con Niño y Libro perteneciente al anónimo autor del Triptico de la Adoración de los Magos. Según Robert Didier, indica que es un escultor procedente de los antiguos Países Bajos que vino a España y trabajó en el taller de Gil de Siloé, del que tomó su estilo.


La obra cumbre conservada en este museo es el extraordinario tríptico de la Epifanía, muestra emblemática de la escultura gótica de finales del siglo XV. Aunque se desconoce el autor de tan bella obra, se cree que pudo ser realizada por el denominado Maestro de Covarrubias, que debió ser uno de los discípulos más destacados de Gil de Siloe. Las tablas laterales fueron pintadas por un anónimo pintor de tradición hispano-flamenca. La parte central del tríptico, tallada en madera ricamente policromada y dorada, representa la escena de la Adoración de los Reyes Magos. La Virgen, de figura estilizada, es una mujer flamenca, con el rostro suave y delicado, que sostiene en su regazo al Niño. San José, en actitud contemplativa, se sitúa al lado del rey negro y observa como su Hijo tiende su mano a la copa que le ofrece otro de los reyes. Al otro lado de la escena aparece el tercer rey, con rasgos orientales, de largos cabellos y barbas ensortijadas. El conjunto está coronado por una fina crestería gótica, formando doseletes, y una cenefa de filigrana dorada. Las puertas laterales presentan cuatro escenas, realizadas a principios del siglo XVI, donde se representan la Natividad, la Transfiguración, el Bautismo de Cristo y la figura del donante tutelado por san Antonio y los santos Cosme y Damián decapitados.


En cuanto a las pinturas, se sabe que el primitivo retablo mayor estuvo compuesto por tablas dedicadas a los santos patronos, Cosme y Damián, conservándose sólo una de finales del siglo XV, obra de Pedro de Berruguete. También se exponen dos tablas procedentes del antiguo altar mayor de la iglesia de Santo Tomás, obra de Alonso de Sedano.