La iglesia de Saint-Hilaire le Grand es una iglesia fortificada románica situada en Poitiers, Francia, construida en el siglo X sobre los vestigios de una necrópolis galo romana del siglo IV, en el lugar donde San Hilario alrededor del año 370 construyó un oratorio dedicado a dos mártires romanos de los años 362-363.
La iglesia del célebre obispo Hilario de Poitiers está formada por un coro y un crucero de altura impresionantes y gran luminosidad. El deambulatorio de San Hilario se abre sobre cuatro capillas adornadas con murales románicos que representan una de las primeras escenas pintadas del Apocalipsis.
Toda la bóveda y gran parte de los muros de la nave, en origen de 15 m de anchura, fueron destruidos durante la Revolución francesa, la mitad restante del edificio que quedó en pie fue recalificada como iglesia parroquial a principios del siglo XIX. Durante la segunda mitad de este siglo se reconstruyó la nave aunque con dimensiones muy inferiores a las originales, sacrificando para ello toda la zona oeste.
Benedicto XVI, en su Catequesis de 10 de octubre de 2007, explicaba así el contenido de las grandes obras teológicas de san Hilario:
En el Tratado sobre la Trinidad, san Hilario expone su camino personal hacia el conocimiento de Dios y se esfuerza por demostrar que la Escritura atestigua claramente la divinidad del Hijo y su igualdad con el Padre no sólo en el Nuevo Testamento, sino también en muchas páginas del Antiguo Testamento, en las que ya se presenta el misterio de Cristo. Ante los arrianos insiste en la verdad de los nombres de Padre y de Hijo, y desarrolla toda su teología trinitaria partiendo de la fórmula del bautismo que nos dio el Señor mismo: "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
Relicario de San Hilario |
El Padre y el Hijo son de la misma naturaleza. Y si bien algunos pasajes del Nuevo Testamento podrían hacer pensar que el Hijo es inferior al Padre, san Hilario ofrece reglas precisas para evitar interpretaciones equívocas: algunos textos de la Escritura hablan de Jesús como Dios, otros en cambio subrayan su humanidad. Algunos se refieren a él en su preexistencia junto al Padre; otros toman en cuenta el estado de abajamiento (kénosis), su descenso hasta la muerte; otros, por último, lo contemplan en la gloria de la resurrección.
En los años de su destierro, san Hilario escribió también el Libro de los Sínodos, en el que reproduce y comenta para sus hermanos obispos de la Galia las confesiones de fe y otros documentos de los sínodos reunidos en Oriente a mediados del siglo IV. Siempre firme en la oposición a los arrianos radicales, san Hilario muestra un espíritu conciliador con respecto a quienes aceptaban confesar que el Hijo era semejante al Padre en la esencia, naturalmente intentando llevarles siempre hacia la plena fe, según la cual, no se da sólo una semejanza, sino una verdadera igualdad entre el Padre y el Hijo en la divinidad. También me parece característico su espíritu de conciliación: trata de comprender a quienes todavía no han llegado a la verdad plena y, con gran inteligencia teológica, les ayuda a alcanzar la plena fe en la divinidad verdadera del Señor Jesucristo.
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