Retomamos nuestro Camino a Santiago en Navarra, donde nos detuvimos en la villa de Puente la Reina. Sigue la ruta en dirección a la villa de Los Arcos. Como muchos pueblos de la zona, Los Arcos, surge de un pequeño barrio, "Santa Olalla", y del castillo. Pero es en el siglo XI cuando se forma lo que hoy conocemos como villa. Acaeció cuando Sancho Garcés IV de Navarra, el de Peñalén, la repobló tras la batalla de Valdegón. En esta batalla, Guerra de los Tres Sanchos: de Castilla, de Navarra y de Aragón. Navarros y aragoneses de un lado, y castellanos de otro (año 1067), siendo derrotados estos últimos. El rey, agradecido, puso un arco tenso ("Arcos") y mandó repoblar la villa.
En 1274 la población sufre de nuevo los efectos de la guerra, quedando afectado su castillo tras el ataque de las tropas castellanas, capitaneadas por el primogénito Don Fernando de la Cerda. Pasados los años, la zona vuelve a sufrir los avatares de la guerra, y esta vez para cambiar de pabellón. Navarra se divide entre agramonteses, partidarios de Juan II de Navarra, y beamonteses, partidarios de Carlos, Príncipe de Viana que cuenta con el apoyo de Castilla. Los Arcos se alía del lado de los agramonteses. El 7 de julio de 1463 los delegados del rey Enrique IV de Castilla requieren a los de la villa de Los Arcos homenaje y juramento de fidelidad como vasallos, tras perder la causa agramontesa por la que habían luchado.
Los Arcos fue incorporado a Castilla en 1463 por la sentencia arbitral que el rey Luis XI de Francia da a las diferencias entre Juan II de Navarra y Enrique IV de Castilla; la villa se sometió con la condición de seguir gozando de todos los fueros y privilegios, perteneciendo al reino castellano hasta 1753, año en que de nuevo se incorpora a Navarra.
La iglesia de Santa María remonta su origen al siglo XII, momento en que se erigió un templo de estilo románico, al que fueron añadiéndose, en el transcurso de los siglos posteriores, diversos elementos góticos, renacentistas, barrocos y neoclásicos. El conjunto resulta extraordinariamente variado.
En cuanto a la estructura interior, la iglesia es de una sola nave, con capillas laterales que ocupan el espacio entre contrafuertes. En la fachada norte se alza la portada plateresca, obra de 1591, labrada como si de un retablo se tratase. El campanario, que reúne rasgos góticos y renacentistas, es también del siglo XVI.
Es obligatorio destacar su grandioso retablo mayor de muchas tallas barrocas, presidido por la imagen de Santa María. Otros retablos barrocos son el de San Juan Bautista, el de la Virgen del Rosario, San Francisco Javier o el situado en la capilla de San Gregorio Ostiense. Los altares colaterales, además de servir para el culto a los santos titulares, se utilizan para guardar las principales reliquias. El coro posee una sillería manierista y en la sacristía podemos contemplar una cajonería y un retablo rococó.
Adosado a la fachada sur del templo se encuentra el claustro del siglo XV, representativo del estilo gótico flamígero; las curvas de las traces rías de los arcos son de enorme delicadeza.
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