En aquellos días, llegaron unos judíos de Antioquía y de Iconio y se ganaron a la gente; apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, dejándolo por muerto. Entonces lo rodearon los discípulos; él se levantó y volvió a la ciudad. Al día siguiente, salió con Bernabé para Derbe; después de predicar el Evangelio en aquella ciudad y de ganar bastantes discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios. En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído.
El primer viaje misionero de san Pablo, que hoy leemos en la primera lectura de la Eucaristía, tuvo como centro urbano destacado la ciudad de Antioquía de Pisidia. Esta ciudad de la antigüedad ya no existe; sus ruinas se encuentran junto a la actual ciudad turca de Yalvaç, que cuenta con unos veinte mil habitantes. La ciudad fue fundada en el siglo III por Antíoco I ó II, pero solo llegó a ser prominente después de ser fundada de nuevo como una colonia romana por Augusto en el año 25 a.C. Tres miembros de la familia imperial sirvieron como magistrados honorarios de la ciudad desde 15 a.C. a 35 d.C., dando fe de la importancia de esta ciudad de Galacia.
La ciudad era un centro principal helénico en los siglos anteriores a la llegada de Pablo. Estaba localizada a lo largo de la vía de Éfeso a Cilicia. Los habitantes judíos de la ciudad fueron traídos por los romanos por razones políticas y comerciales.
Existen restos de una iglesia bizantina sobre la sinagoga en la cual Pablo predicó, según han puesto de manifiesto las recientes excavaciones arqueológicas.
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