En aquellos días, los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas, y se volvieron con encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen con Pablo cuanto antes. Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo: «Atenienses, veo que sois casi nimios en lo que toca a religión. Porque, paseándome por ahí y fijándome en vuestros monumentos sagrados, me encontré un altar con esta inscripción: "Al Dios desconocido." Pues eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo.
Este texto, que hemos leído hoy en la primera lectura de la Eucaristía, procede del Libro de los Hechos de los Apóstoles. Nos relata el discurso de Pablo en el Areópago de Atenas. Es difícil hoy hacernos una idea de lo que significaba aquella ciudad, y la importancia que tuvo el que, por primera vez, se anunciase allí el nombre de Cristo. Por eso, hemos seleccionado un breve reportaje sobre la Acrópolis ateniense, que nos muestra el esplendor de este importante lugar de la antigüedad.
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