Hace dos mil años, los Apóstoles permanecían encerrados en el Cenáculo cuando EL Espíritu Santo prometido por Cristo bajó sobre ellos bajo forma de llamas, siete semanas después de la Pascua. Hoy, el lugar que la tradición identifica como escenario de la Última Cena y, en consecuencia, también del momento del don del Espíritu Santo.
El domingo de Pentecostés, en Jerusalén, allá donde tuvo lugar la efusión del Espíritu Santo, los franciscanos dirigen la oración de las Vísperas en el Cenáculo, en el mismo lugar en que una fundada tradición identifica como aquello en donde ocurrió lo que cuentan los Hechos de los Apóstoles.
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