El desierto parece ser el lugar por excelencia
para retirarse y empeñarse en la búsqueda y encuentro con Dios. Así lo fue para
el pueblo de Israel, los profetas, el mismo Cristo y los primeros monjes. Un
apasionante lugar donde la aridez se convierte en dulzuras y el silencio en
celeste melodía. Un lugar no ausente de infinitas pruebas, pero también colmado
de seguras y divinas recompensas.
Los monasterios más antiguos de Egipto se
encuentran al este del país en los terrenos cercanos al Mar Rojo. El de san Antonio
y san Pacomio. Pero hoy nos ocuparemos del primero.
Tras la muerte de san Antonio, el monasterio
levantado en su honor es el mas antiguo del Egipto cristiano, datado del 356. El
monte, el-Qalzam resguarda este monasterio y se eleva de manera
majestuosa hacia lo alto de la misma forma que se elevan las plegarias de los
buscadores de Dios que habitan en este lugar, posiblemente, el monasterio más antiguo
del mundo.
San Antonio, en el año 285, con treinta y
cinco años de edad, interrumpió las escasas relaciones humanas que mantenía y
se retiró hacia el este, junto al Mar Rojo, en las montañas de Pispir. Allí se
estableció junto a una fuente y cerca de una vieja fortaleza abandonada. Era un
lugar donde abundaban las serpientes. Este lugar le estaba prohibido a todo
asistente por la peligrosidad de las serpientes y solo de vez en cuando se le
acercaba un fiel amigo a llevarle algunos víveres. Aquí, en las montañas de
Pispir estuvo algunos años, extendiéndose por todo el contorno la fama de su
santidad, lo que consecuentemente atrajo a otros muchos eremitas solitarios que
querían vivir junto a él. Estos ermitaños se organizaron viviendo en comunidad
en dos monasterios construidos por ellos mismos y que pusieron bajo la
dirección espiritual de Antonio. Aquí, en el año 307 recibió la visita de San Hilarión,
también monje ermitaño.
En el año 311, durante la persecución de
Maximiano, Antonio abandonó la soledad y marchó a Alejandría para servir y
defender, para sostener en la fe, a la comunidad cristiana alejandrina. Estuvo
expuesto a la indiscreción del pueblo y por lo tanto, puso en peligro su vida,
por lo que meses más tarde tuvo el deseo de vivir nuevamente en completa soledad.
Así que se marchó adentrándose en el desierto de la Tebaida oriental en el Alto
Egipto. Se unió a una caravana de mercaderes árabes y caminando durante tres
días y tres noches, llegó al Mar Rojo. Se afincó en una montaña distante unas
treinta millas del río Nilo, en Coltzum o el-Qalzam, donde vivió el
resto de su vida. De allí, solo salió una vez para visitar a San Pablo el Primer Eremita.
Hasta quince años antes de su muerte no
admitió la presencia estable de sus dos discípulos, Amathas y Macario. Finalmente,
el 17 de enero del año 356, luego de haber anunciado su muerte y haberse hecho
prometer por sus dos discípulos que a nadie revelarían el secreto de su tumba,
a fin de evitar honores póstumos, entregó santísimamente su alma a Dios.
Contaba al morir ciento seis años de edad.
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