Tan tarde como el años 325 (Nicea I, can. vii) la ciudad es llamada todavía tan sólo AElia. El nombre permaneció entre los árabes en la forma de Ilia hasta muy entrada la Edad Media. Como el rango de las diferentes sedes era arreglado gradualmente de acuerdo a las divisiones del imperio, Cesarea se convirtió en la sede metropolitana; el Obispo de Aelia era simplemente uno de sus sufragáneos.
Los obispos desde el sitio bajo Adriano (135) hasta Constantino (312) fueron: Casiano; Publio; Máximo; Julián; Cayo; Símaco; Cayo II; Julián II, (ordenado en 168); Cápito (m. 185); Máximo II; Antonio; Valentín; Doliquiano (m. 185); Narciso (Eus., "Hist. Ecl.", V, xii)
Narciso fue un hombre famoso por sus virtudes y milagros, pero odiado por ciertas personas viciosas de la ciudad que temían su severidad. Lo acusaron de diferentes crímenes y él, en nombre de la paz, se retiró a un lugar desconocido (Eus., "Hist. Ecl.", VI, ix). Los obispos vecinos, al no volver a oír nada de él, procedieron a elegir y a consagrar a Dius como su sucesor. Dius fue sucedido por Germanión y Gordius. Luego, repentinamente, Narciso reapareció, un anciano de 110 años. Los otros obispos lo persuadieron para que volviera a ocupar su cargo como obispo. Muy viejo para hacer cualquier cosa diferente de orar por su pueblo, nombró como su coadjutor a un obispo capadocio, Alejandro, quien había llegado en peregrinación a Jerusalén. De esta manera, Alejandro se convirtió prácticamente en obispo diocesano aún antes de la muerte de Narciso en 212. Alejandro fue amigo de Orígenes y fundó una biblioteca que Eusebio utilizó para su “Historia” (VI, x). Murió en prisión durante la persecución de Decio (250). Luego siguieron: Mazabanes o Megabezes (m. 266); Himeneo (m. 298); Zabdas; Hermón (m. 311); Macario (m. 333)
Los obispos desde el sitio bajo Adriano (135) hasta Constantino (312) fueron: Casiano; Publio; Máximo; Julián; Cayo; Símaco; Cayo II; Julián II, (ordenado en 168); Cápito (m. 185); Máximo II; Antonio; Valentín; Doliquiano (m. 185); Narciso (Eus., "Hist. Ecl.", V, xii)
Narciso fue un hombre famoso por sus virtudes y milagros, pero odiado por ciertas personas viciosas de la ciudad que temían su severidad. Lo acusaron de diferentes crímenes y él, en nombre de la paz, se retiró a un lugar desconocido (Eus., "Hist. Ecl.", VI, ix). Los obispos vecinos, al no volver a oír nada de él, procedieron a elegir y a consagrar a Dius como su sucesor. Dius fue sucedido por Germanión y Gordius. Luego, repentinamente, Narciso reapareció, un anciano de 110 años. Los otros obispos lo persuadieron para que volviera a ocupar su cargo como obispo. Muy viejo para hacer cualquier cosa diferente de orar por su pueblo, nombró como su coadjutor a un obispo capadocio, Alejandro, quien había llegado en peregrinación a Jerusalén. De esta manera, Alejandro se convirtió prácticamente en obispo diocesano aún antes de la muerte de Narciso en 212. Alejandro fue amigo de Orígenes y fundó una biblioteca que Eusebio utilizó para su “Historia” (VI, x). Murió en prisión durante la persecución de Decio (250). Luego siguieron: Mazabanes o Megabezes (m. 266); Himeneo (m. 298); Zabdas; Hermón (m. 311); Macario (m. 333)
Fuente: Enciclopedia Católica
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