El Real Monasterio de Santo Tomás cuenta con tres magníficos claustros, lo que lo hace único, y un retablo, realizado por Pedro Berruguete. El tercer claustro fue el Palacio de Verano de los Reyes Católicos. Don Hernán Núñez Arnalte, tesorero y secretario de los Reyes Católicos, es el fundador de la parte más antigua del monasterio. Pero falleció antes de empezar su proyecto, y dejó un testamento en el cual pidió a fray Tomás de Torquemada y a doña María Dávila que continuaran su trabajo, construyendo un convento dedicado a Santo Tomás de Aquino, de la orden de Santo Domingo.
La edificación comenzó el 11 de abril de 1482 bajo la dirección de Martín de Solórzano. Se construyó el claustro del noviciado que por si solo ya podía constituir un convento. Los Reyes Católicos intervinieron para la edificación de la iglesia sobre todo en la capilla mayor, lugar destinado para el sepulcro del Príncipe Don Juan. Los Reyes participaron también en la construcción de los otros dos claustros: el del Silencio y el de los Reyes.
La fachada de la iglesia se distingue por su inmensa portada dibujada por un gran arco escarzano y dos machones. Estos forman una "H", letra inicial de Hispanidad. Las bolas que corren a lo largo de los machones abundan en todo el edificio. En la mitad de la fachada se sitúa un gran rosetón y un poco más arriba, el escudo de los Reyes Católicos sostenido por un águila.
La nave principal tiene unas medidas de 53 metros de largo por 10,50 de ancho y el crucero mide 28,80 metros de largo por 10,30 de ancho. Es pues una joya de la arquitectura flamígera. El crucero, delimitado por cuatro columnas, semejando ramas de palmera, forma un joyero para el sepulcro del Infante don Juan. En las ocho capillas podemos encontrar esculturas como el sepulcro de los Ávila, ayos del Príncipe don Juan, o el grupo que representa Domingo de Guzmán y Francisco de Asís, atribuido a Luis Salvador Carmona (1709-1767). Destaca también la Capilla del Cristo de las Angustias o de la Agonía, donde se encuentra el confesionario de Santa Teresa, y donde ella tuvo una visión el 15 de agosto de 1561. Pero el retablo mayor, realizado por Berruguete (1440-1504), es la obra más importante de la iglesia, con el sepulcro del Infante Don Juan. Representa escenas de la vida de Santo Tomás de Aquino y, en la predela, Evangelistas y Santos Padres.
El príncipe Don Juan era el único hijo varón de los Reyes Católicos, pero murió prematuramente antes de llegar al trono. Su madre, Isabel, quiso dejar en su testamento un sarcófago de mármol para su hijo. El sepulcro es obra de Doménico di Alessandro Fancelli. Fue esculpido en Génova en los años 1511-1512 y luego colocado en la iglesia del monasterio. Doménico Fancelli se inspiró en el sepulcro de los Reyes Católicos (capilla real de Granada) y en el arte italiano (bronce del Papa Sixto IV en el Vaticano, realizado por Pollaiuolo). El príncipe, vestido de guerrero, reposa con actitud serena y muestra unos rasgos jóvenes y bellos. Los pliegues del manto son de una gran perfección. A los pies una inscripción recuerda las cualidades del príncipe y lamenta su muerte prematura. El sepulcro está adornado con virtudes, alegorías y santos. Varios de los magníficos relieves fueron mutilados durante la guerra de la independencia en 1809.
Es una de las joyas de Pedro Berruguete, pintor palentino, que realizó también una parte del retablo mayor de la Catedral de Ávila. Fue empezado en 1494, un año después del final de la construcción del monasterio. Diecinueve pinturas están colocadas en esta magnífica obra de estilo gótico de 21 metros de alto. El retablo está estructurado en tres partes, que contienen cinco grandes tablas relativas a diversos episodios de la vida del Santo domingo Tomás de Aquino. En la predela podemos ver de izquierda a derecha: San Esteban, San Agustín, San Juan evangelista, San Mateo, San Jerónimo y San Sebastián.
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