Los condes Piniolo y Aldonza, miembros importantes de la nobleza astur, fundan y dotan en el año 1044 el Monasterio de San Juan Bautista en Corias, en el actual concejo de Cangas del Narcea. Los condes, como patronos que eran del Monasterio, nombran Abad y se establece una comunidad de doce monjes bajo la observancia de la Regla de San Benito. La dotación al Monasterio fue de otros ocho monasterios, cuatro iglesias y treinta villas. En el año 1063 ya fallecidos Piniolo y Aldonza el Monasterio deja de estar sometido al patronato laico de sus fundadores, a partir de este momento Corias pasa a autogobernarse.
Al patrimonio fundacional van añadiéndose más propiedades, algunas de origen Real y muchas donaciones piadosas debido al gran prestigio del Monasterio en el occidente asturiano, además el Monasterio llevó a cabo una política de expansión mediante compra de bienes. El patrimonio se extendía principalmente por los actuales concejos de Allande, Tineo y Cangas del Narcea, aunque llegó a extenderse por el norte hasta el Cantábrico y por el sur hasta León capital. Poco a poco el Monasterio iba acrecentando su poder y a principios del siglo XII era ya un foco de influencia fundamental en la zona, se había convertido en el señorío monástico más importante de la Asturias occidental.
A partir de los siglos XIII y XIV parece que la observancia de la Regla Benedictina es menos estricta, los monjes relajaron sus costumbres y los Abades dejan de ser elegidos por la comunidad pasando a serlo los Obispos o altos cargos eclesiásticos.
En el año 1536 el Monasterio va a depender de la Congregación de San Benito de Valladolid. Parece que el prestigio del Monasterio se iba reduciendo, sin embargo no ocurría lo mismo con su poder económico ya que en el Catastro del Marqués de la Ensenada aparece como "Mayor Hacendado del Principado de Asturias".
El primer abad fue Dom. Arias Gromar, después obispo de Oviedo, y el último, fray Benito Briones, ejerciendo el cargo entre ambos ciento ocho. En 1835 los benedictinos de Corias hubieron de dejar la abadía. En 1860, un Real decreto del Ministerio de Ultramar cedió a la Orden de Predicadores el monasterio de Corias, extendiendo el entonces juez de Cangas de Tineo, D. Álvaro Peláez, acta a favor del procurador general de aquélla de la posesión. En el año 1957 los Dominicos crean un Instituto Laboral en régimen de internado que llegó a tener 500 alumnos. A pesar de la importante labor docente que ejercieron en el occidente asturiano el Monasterio fue entrando en crisis reduciéndose el número de monjes paulatinamente.
El Principado de Asturias compra el Monasterio a la Orden Dominica en el año 2002 con el fin de darle un uso hotelero y relanzar la economía deprimida del territorio. Al adquirir el inmueble se adquirió también el archivo Benedictino que se encontraba en el mismo, teniendo en cuenta que la documentación anterior al siglo XVI había pasado a formar parte de la Sección Clero del Archivo Histórico Nacional como consecuencia de la desamortización.
Aun dada la exageración hiperbólica que representa llamar a Corias "el Escorial de Asturias", fuerza es reconocer su relativa importancia y mérito. Constituyendo un cuadrado regular, de unos cien metros de lado, con dos enormes patios centrales, de los que uno es el claustro, en el que está el cementerio de los religiosos; tiene severo y elegante aspecto la construcción, que, por el color de la piedra, semeja mármol rosa. Tiene 865 huecos; tantos como días del año.
La Iglesia, hermosa y bien proporcionada, tiene al lado de la Epístola el enterramiento de sus fundadores, y enfrente, el del rey D. Bermudo y su esposa, doña Osinda. En la parte baja del altar mayor hay dos relieves, que representan: uno, la aparición del cielo a los condes, y otro, el comienzo de los trabajos para la edificación del monasterio, en el que los ángeles desbrozan el terreno.
El coro, con dos magníficos órganos, guarda una preciosa ágata y un Cristo de marfil traído de Filipinas. Espléndidos libros corales sufrieron depredaciones durante las vicisitudes de las órdenes religiosas en el pasado siglo. Una monumental imagen de San Juan Bautista, en piedra, perteneciente antes a la fachada del convento; otra en madera — una Virgen del siglo XIII—y las imágenes de San Pío V y Santo Domingo en marfil, son, juntamente con un bello, retablo en madera policromada, existente en la sacristía, joyas escultóricas de un valor considerable.
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