El Castillo de Javier está situado en la Villa del mismo nombre, en la frontera entre Navarra y Aragón. Una situación geográfica inmejorable, pues era el paso obligado de los pastores del valle del Roncal, cuando llevaban los rebaños a temperar a las Bardenas en los fríos inviernos, y de los transportadores de madera por su cercano río en forma de almadías. La necesidad de paso de unos y otros no dejó de reportar algunos ingresos al padre de Francisco. Desde el punto de vista militar, su ubicación fronteriza lo hace de gran valor en las pugnas entre Navarra y Aragón, cuando esta última estaba dominada por los moros que pretendían seguir su paso hacia el norte, cosa que imposibilitaba la fortaleza de Javier.
Los primeros documentos que hablan de la existencia del castillo datan del año 1217. No obstante, según afirman los historiadores, puede remontarse a los años finales del siglo X o inicios del XI. La primera época del castillo es meramente militar.El castillo de 1217 ya contaba con una pequeña torre que hacía las veces de capilla, hoy denominada la Torre del Cristo.
La segunda época del castillo tiene lugar a finales del siglo XV, cuando la familia de Francisco recibe de la familia Sada el edificio. El padre de Francisco construye un palacio para la vivienda de su familia junto a la capilla del Cristo, el denominado palacio «nuevo», que estaría ubicado en el lugar de la actual basílica. En esas estancias llegó al mundo el 7 de abril de 1506 el único hijo de la familia que nace en la Villa, Francisco de Javier.
La tercera época está marcada con el signo de la destrucción. Fracasados los intentos de independencia del Reino de Navarra del Reino de Castilla, el Cardenal Cisneros ordena derribar todas las fortalezas que puedan ser semillas de nuevas insurrecciones. El castillo sufre daños de gran escala que presencia Francisco, que entonces sólo tenía diez años. Las murallas exteriores fueron derribadas, las torres se desmocharon, quitándole su posibilidad de vigilar y otear el panorama del entorno, las fosas que fueran inexpugnables son rellenadas y se inutilizaron las saeteras y los matacanes. Es decir, de fortaleza estratégica pasó a ser una simple casa grande.
En 1892 se inicia su primera restauración por patrocinio de la duquesa XV de Villahermosa y en 1952 la segunda, dirigida por el jesuita Recondo. Se restauraron las torres, las fosas, las murallas exteriores y los demás elementos de defensa. Para entonces la sala de capellanes y la sala grande ya estaban convertidas en museo y contaban con la bellísima Capilla del Cristo, expresión significativa del arte gótico.
Fuente: www.jesuitas.es
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