Santa Mónica fue una madre que, con la infinita paciencia del amor y de la santidad, siguió a su hijo hasta verlo convertido. Una vez que dicha conversión se produjo, tardó poco tiempo en fallecer. La misión de su vida se había cumplido: traer a la fe a quien sería uno de los más grandes maestros cristianos de la entera humanidad. Santa Mónica, ciudadana romana del norte de África, no pudo regresar a su patria; murió, de hecho, en el puerto de Roma, Ostia Tiberina, mientras esperaban un barco para regresar a su tierra. San Agustín nos narra aquellos acontecimientos en sus confesiones. Para santa Mónica, aquel lugar de tránsito se convirtió en el lugar de su tránsito a la vida eterna.
El año 2010 se rodó en Italia una película sobre la figura de san Agustín. De dicho largometraje, podemos ver a continuación, precisamente, la dramatización de este momento.
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