Puede resultar extraño que uno de los lugares malditos de la geografía europea a causa del horrendo genocidio allí conocido lo consideremos como lugar santo. Pero no podemos dejar de hacerlo en la fiesta de santa Teresa Benedicta de la Cruz. No solo millones de judíos, sino también infinidad de católicos dieron allí testimonio de Cristo y perecieron víctimas de un régimen político enemigo de Dios y de los hombres. Al igual que el Coliseo de Roma, Auschwitz es el lugar del martirio de infinidad de santos. La horrible maldad del hombre y su indescriptible crueldad no son capaces de oscurecer la luz de la fe, que en los santos mártires creemos que triunfa por encima del mal. Allí estuvo, en todas las víctimas allí asesinadas, Cristo crucificado. Llenos de fe confiamos en el poder de la Resurrección del Señor. Sólo su amor es capaz de vencer el poder del mal, con tanta violencia allí desatado.
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