En uno de los claustros de la Abadía de Montecasino se conservan los vestigios de lo que fue el oratorio de san Juan Bautista, que edificó san Benito y en el que, según la tradición, falleció mientras estaba en oración. En el suelo se encuentra marcado el perímetro de lo que fue aquel pequeño templo. Tenía tres naves, con unos veinte metros de largo por ocho de ancho. En la cabeza de dicho perímetro se emplazó un grupo escultórico que representa a san Benito, sujeto por dos discípulos, levantando los brazos en oración antes de su muerte y tránsito al cielo. En lo que fue la cabecera de dicho templo hay dispuesto un Cristo en Majestad.
Éste es el relato que hace san Gregorio Magno de su glorioso tránsito:
En el mismo año que había de salir de esta vida, anunció el día de su santísima muerte a algunos de los monjes que vivían con él y a otros que estaban lejos; a los que estaban presentes les recomendó que guardaran silencio de lo que habían oído y a los ausentes les indicó la señal que les daría cuando su alma saliera del cuerpo. Seis días antes de su muerte mandó abrir su sepultura. Pronto fue atacado por la fiebre y comenzó a fatigarse a causa de su violento ardor.
Como la enfermedad se agravaba cada día más, al sexto día se hizo llevar por sus discípulos al oratorio, donde confortado para la salida de este mundo con la recepción del cuerpo y la sangre del Señor y apoyando sus débiles miembros en las manos de sus discípulos, permaneció de pie con las manos levantadas al cielo y exhaló el último suspiro, entre palabras de oración. En el mismo día, dos de sus monjes, uno que vivía en el mismo monasterio y otro que estaba lejos de él tuvieron una misma e idéntica visión.
Vieron en efecto un camino adornado de tapices y resplandeciente de innumerables lámparas, que en dirección a Oriente iba desde su monasterio al cielo. En la parte superior del camino, un hombre de aspecto venerable y lleno de luz les preguntó si sabían qué camino era el que estaban viendo. Al contestarle ellos que lo ignoraban, les dijo: "Éste es el camino por al cual el amado del Señor, Benito, ha subido al cielo".
Así, pues, los presentes vieron la muerte del santo varón y los ausentes la conocieron por la señal que les había dado. Fue sepultado en el oratorio de San Juan Bautista, que él mismo había edificado sobre el destruido altar de Apolo. Y tanto aquí como en la cueva de Subiaco, donde antes había habitado, brilla hasta el día de hoy por sus milagros, cuando lo merece la fe de quienes los piden.
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