Dejarlo todo y seguir al Señor. En la soledad se percibe la presencia del que nos ha llamado a dejar todas las cosas de este mundo, y seguirle con todo el empeño de nuestro corazón. En la soledad podemos orar con tranquilidad, concentrando nuestras potencias en amar al que tanto nos ha amado. En la soledad podemos leer sus palabras como dichas a nosotros personalmente. En la soledad, lejos del agobio del mundo, el Espíritu Santo nos muestra las maravillas de su amor.
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