martes, 19 de marzo de 2019

Capilla de san José de Rabanal del Camino


La Capilla de San José de Rabanal del Camino fue fundada por don José Calvo, un adinerado arriero maragato, en el año 1733. Se trata de un templo barroco de una nave, con cubierta de bóveda de medio punto, que se remata con un ábside plano. El edificio fue dotado de un rico patrimonio escultórico, destacando el retablo central, presidido por la imagen de san José.


El santo está flanqueado por las imágenes de santa Bárbara y de santa Lucia. Por encima de él se halla un apóstol Santiago de notable factura, y el retablo se remata con la representación del Padre Eterno.


lunes, 18 de marzo de 2019

Capilla mayor de la Cartuja de Miraflores


Accedemos hoy a la Capilla Mayor de la Cartuja de Miraflores. La mandó construir la reina doña Isabel la Católica, para poder allí sepultar a sus padres, los reyes don Juan II de Castilla y doña Isabel de Portugal, junto con el hijo de estos, el infante don Alfonso de Castilla, En este santo lugar han orado los monjes cartujos desde entonces, y a él nos trasladamos en espíritu, para meditar las palabras del Señor, que hoy nos invitan a vivir en la misericordia y en la compasión.

domingo, 17 de marzo de 2019

Monte Tabor y sermón de san León Magno


El Señor puso de manifiesto su gloria ante los testigos que había elegido, e hizo resplandecer de tal manera aquel cuerpo suyo, semejante al de todos los hombres, que su rostro se volvió semejante a la claridad del sol y sus vestiduras aparecieron blancas como la nieve.

En aquella transfiguración se trataba, sobre todo, de alejar de los corazones de los discípulos el escándalo de la cruz, y evitar así que la humillación de la pasión voluntaria conturbara la fe de aquellos a quienes se había revelado la excelencia de la dignidad escondida.

Pero con no menor providencia se estaba fundamentando la esperanza de la Iglesia santa, ya que el cuerpo de Cristo, en su totalidad, podría comprender cuál habría de ser su transformación, y sus miembros podrían contar con la promesa de su participación en aquel honor que brillaba de antemano en la cabeza. A propósito de lo cual había dicho el mismo Señor, al hablar de la majestad de su venida: Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. Cosa que el mismo apóstol Pablo corroboró, diciendo: Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá; y de nuevo: Habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.

Pero, en aquel milagro, hubo también otra lección para confirmación y completo conocimiento de los apóstoles. Pues aparecieron, en conversación con el Señor, Moisés y Elías, es decir, la ley y los profetas, para que se cumpliera con toda verdad, en presencia de aquellos cinco hombres, lo que está escrito: Toda palabra quede confirmada por boca de dos o tres testigos.

¿Y pudo haber una palabra más firmemente establecida que ésta, en cuyo anuncio resuena la trompeta de ambos Testamentos y concurren las antiguas enseñanzas con la doctrina evangélica?

Las páginas de los dos Testamentos se apoyaban entre sí, y el esplendor de la actual gloria ponía de manifiesto, a plena luz, a aquel que los anteriores signos habían prometido bajo el velo de sus misterios; porque, como dice san Juan, la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo, en quien se cumplieron, a la vez, la promesa de las figuras proféticas y la razón de los preceptos legales, ya que, con su presencia, atestiguó la verdad de las profecías y, con su gracia, otorgó a los mandamientos la posibilidad de su cumplimiento.

Que la predicación del santo Evangelio sirva, por tanto, para la confirmación de la fe de .todos, y que nadie se avergüence de la cruz de Cristo, gracias a la cual el mundo ha sido redimido. Que nadie tema sufrir por la justicia, ni desconfíe del cumplimiento de las promesas, porque por el trabajo se va al descanso, y por la muerte se pasa a la vida; pues el Señor echó sobre sí toda la„debilidad de nuestra condición, y, si nos mantenemos en su amor, venceremos lo que él venció y recibiremos lo que prometió.

En efecto, ya se trate de cumplir los mandamientos o de tolerar las adversidades, nunca debe dejar de resonar en nuestros oídos la palabra pronunciada por el Padre: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto; escuchadlo.

Sermón 51 (3-4.8: PL 54, 310-311.313

viernes, 15 de marzo de 2019

San Sisebuto y san Pedro de Cardeña


Nos recuerda hoy el Martirologio Romano la santidad del santo abad benedictino Sisebuto, No consta su patria ni el año de su nacimiento ni el de su ingreso en la vida monástica. Aparece en la histona como abad del monasterio de San Pedro de Cardeña en el que había profesado como monje, pero sin que se sepa tampoco la fecha exacta en que comenzó a ejercer la dignidad abacial, pero se suele dar la del año 1056. Entre ese año y 1086 aparece como tal abad en numerosos documentos del monasterio.

Participó en la fundación del monasterio de Santa María la Mayor de Valladolid, donde puso monjes bajo su misma regla de San Benito. Alcanzó gran esplendor bajo su mandato el monasterio, que se vio favorecido por los reyes, la nobleza y el pueblo.

Claustro de los Mártires

Se identifica a Sisebuto con el abad Sancho que acoge al Cid Campeador y toma la tutela de la mujer e hijas del gran guerrero durante su destierro. Fue amigo de otros santos abades de su tiempo: Santo Domingo de Silos, San Íñigo de Oña, y San García de Arlanza. Munó el año 1086. En 1835, cuando la exclaustración decretada por el gobierno de la regente María Cristina, las reliquias del santo fueron llevadas a la catedral de Burgos.


El monasterio de San Pedro de Cardeña se habrá fundado antes de 902 cuando el conde de Lantarón y de Cerezo, Gonzalo Téllez y su esposa Flámula realizaron la primera donación documentada al cenobio el 24 de septiembre de ese año de una serna en Pedernales y unas eras de sal.


En los siglos IX o X sus monjes fueron martirizados por los musulmanes, canonizados en 1603 y conocidos como los «Mártires de Cardeña». El monasterio goza de gran popularidad con gran afluencia de devotos, entre los que se encuentran el rey Felipe III de España y su esposa la reina Doña Margarita de Austria. Una de sus preciadas reliquias, la cabeza de su abad San Esteban, fue trasladada al Monasterio de Celanova; también se encuentran dos urnas en el Monasterio de la Huelgas y otra en la Catedral de Burgos.

Sepulcro del Cid y doña Jimena

Cada año, el 6 de agosto, aniversario del martirio, la tierra del claustro donde fueron sepultados los mártires, se teñía de un color rojizo que parecía sangre. El milagroso prodigio, ampliamente testificado, se repite hasta finales del siglo XIV. El año 1674 ya una vez levantado el nuevo claustro de estilo herreriano se reprodujo el hecho, personándose el arzobispo Enrique de Peralta, que vivamente impresionado encargó un estudio, interviniendo médicos y teólogos. Recogió el líquido, coaguló al ser puesto en agua hirviendo.

El Monasterio fue repoblado en 1942, después de la Exclaustración, por monjes trapenses de la Abadía de Nuestra Señora de los Mártires. El 1 de febrero de 1967 un violento incendio destruyó las tres cuartas partes del monasterio.

martes, 12 de marzo de 2019

La Trinidad en el Retablo de la Cartuja de Miraflores


Este martes primero de cuaresma contemplamos, de forma especial, el misterio de la Santísima Trinidad, no sólo de forma especulativa, sino sobre todo mediante la oración. En el Evangelio Jesús nos enseña a orar, llamando a Dios Padre. El Espíritu Santo nos mueve, cada vez que oramos, a confiar en Dios como Padre nuestro, que nos lo ha dado todo a través de Jesucristo, su Hijo.


Por eso, queremos visitar hoy a través de esta entrada uno de los retablos más sorprendentes del arte medieval: el de la Cartuja de Miraflores, la genial obra de Diego de Siloé, en la que se representa la Trinidad, en el centro de un círculo, en torno a la Cruz. La vigilia de Navidad de 1499 se acababa de asentar el retablo mayor de la cartuja de Miraflores completando, así, el presbiterio de la elegante iglesia de los Colonia y convirtiéndolo, definitivamente, en uno de los máximos puntos de referencia del último gótico europeo. Tres años antes habían dado comienzo las obras, siendo responsables de todo, una vez más, maestre Gil y Diego de la Cruz.


Gil de Silóe creó una forma que, una vez más, parece no tener precedentes claros en la escultura. Esquemas parciales, como los círculos inscritos en otro mayor, que es la rueda de los ángeles que rodean al Crucificado, pueden encontrarse sobre todo en la miniatura. La idea general se asemeja a un gran tapiz. En conjunto obedece a un esquema geométrico muy riguroso y fue necesario crear una estructura, mucho más complicada que la del retablo de la catedral de Burgos, como soporte de todas las imágenes. El rectángulo total se divide en dos muy claramente diferenciados. El superior se centra en la Crucifixión, donde Cristo es el eje de simetría principal. La rueda de ángeles mayor es tangente arriba y abajo y otras cuatro menores se sitúan en los ángulos, ocupadas por los evangelistas. La Cruz divide en cuatro partes la central de modo que cada una de éstas sea ocupada por nuevos círculos. En la zona inferior predominan las verticales, potenciadas por cuatro figuras de santos de considerable tamaño. La zona limitada por ellas se divide en dos pisos, con círculos en el superior y rectángulos en el inferior.


La monumental Crucifixión está en la misma línea y el pelicano sobre la cabeza de Cristo, además de ser figura suya en múltiples contextos contemporáneos, resalta el sentido sacrificial y soteriológico general. La presencia de la Trinidad es notable por su modo de representación en lo que afecta a la humanizada personalidad del Espíritu, en forma femenina, que flanquea la Cruz como el Padre.

jueves, 7 de marzo de 2019

Santa Perpetua de Cartago

Martirio de Perpetua, Felicidad, Revocato, Saturnino y Secundulo
Menologio de Basilio II (año 1000)
La Liturgia recuerda hoy la Pasión de las santas Perpetua y Felicidad, en Cartago, la opulenta ciudad del norte de África, en el actual Túnez. Esta antigua ciudad, enemiga de Roma, que terminó cayendo en su poder tras las guerra púnicas, vio florecer una heroica comunidad cristiana. Conservamos el relato de su martirio, que todavía hoy nos llena de admiración, por más que aquellos lugares santos que se erigieron sobre sus tumbas han desaparecido. El texto de su Pasión dice así:

Brilló por fin el día de la victoria de los mártires y marchaban de la cárcel al anfiteatro, como si fueran al cielo, con el rostro resplandeciente de alegría, y sobrecogidos no por el temor, sino por el gozo. La primera en ser lanzada en alto fue Perpetua y cayó de espaldas. Se levantó, y como viera a Felicidad tendida en el suelo, se acercó, le dio la mano y la levantó. Ambas juntas se mantuvieron de pie y, doblegada la crueldad del pueblo, fueron llevadas a la puerta llamada Sanavivaria. Allí Perpetua fue recibida por un tal Rústico, que por entonces era catecúmeno, y que la acompañaba. Ella, como si despertara de un sueño (tan fuera de sí había estado su espíritu), comenzó a mirar alrededor suyo y, asombrando a todos, dijo:

«¿Cuándo nos arrojarán esa vaca, no sé cual?».

Como le dijeran que ya se la habían arrojado, no quiso creerlo hasta que comprobó en su cuerpo y en su vestido las marcas de la embestida. Después, haciendo venir a su hermano, también catecúmeno, dijo:

«Permaneced firmes en la fe, amaos los unos a los otros y no os escandalicéis de nuestros padecimientos».

Del mismo modo Saturo, junto a la otra puerta, exhortaba al soldado Pudente, diciéndole:

«En resumen, como presentía y predije, hasta ahora no he sentido ninguna de las bestias. Ahora créeme de todo corazón: cuando salga de nuevo, seré abatido por una única dentellada de leopardo».

Cuando el espectáculo se acercaba a su fin, fue arrojado a un leopardo y de una dentellada quedó tan cubierto de sangre, que el pueblo, cuando el leopardo intentaba morderle de nuevo, como dando testimonio de aquel segundo bautismo, gritaba:

«Salvo, el que está lavado; salvo, el que está lavado». Y ciertamente estaba salvado por haber sido lavado de esta forma.

Entonces Saturo dijo al soldado Pudente:

«Adiós, y acuérdate de la fe y de mí; que estos padecimientos no te turben, sino que te confirmen».

Luego le pidió un anillo que llevaba al dedo y, empapándolo en su sangre, se lo entregó como si fuera su herencia, dejándoselo como prenda y recuerdo de su sangre. Después, exánime, cayó en tierra, donde se encontraban todos los demás que iban a ser degollados en el lugar acostumbrado. Pero el pueblo exigió que fueran llevados al centro del anfiteatro para ayudar, con sus ojos homicidas, a la espada que iba a atravesar sus cuerpos. Ellos se levantaron y se colocaron allí donde el pueblo quería, y se besaron unos a otros para sellar el martirio con el rito solemne de la paz. Todos, inmóviles y en silencio, recibieron el golpe de la espada; especialmente Saturo, que había subido el primero, pues ayudaba a Perpetua, fue el primero en entregar su espíritu. Perpetua dio un salto al recibir el golpe de la espada entre los huesos, sin duda para que sufriera algún dolor. Y ella misma trajo la mano titubeante del gladiador inexperto hasta su misma garganta. Quizás una mujer de este temple, que era temida por el mismo espíritu inmundo, no hubiera podido ser muerta de otra forma, si ella misma no lo hubiese querido. ¡Oh valerosos y felices mártires! ¡Oh, vosotros, que de verdad habéis sido llamados y elegidos para gloria de nuestro Señor Jesucristo!

miércoles, 6 de marzo de 2019

Comienzo de la Cuaresma en la Cruz de Ferro


Comenzamos el Camino Cuaresmal hacia la Pascua de nuestro Señor Jesucristo. Lo hacemos desde un punto muy especial del Camino de Santiago: la Cruz de Ferro, el lugar en el que los peregrinos arrojan una piedra al pie de la Cruz. Depongamos también nosotros nuestros pecados, como propósito al inicio de esta nueva Cuaresma

domingo, 3 de marzo de 2019

Catedral de Calahorra. Los Santos Emeterio y Celedonio

Catedral de Calahoraa - Martirio de los santos Emeterio y Celedonio

En Calahorra, en la Hispania Tarraconense, santos Emeterio y Celedonio, los cuales, estando cumpliendo la milicia en los campamentos junto a León, en la provincia de Galicia, por confesar el nombre de Cristo al inicio de la persecución fueron conducidos a Calahorra y allí coronados con el
martirio (c. s. IV)

La noticia que en este día nos da el Martirologio romano nos lleva a la ciudad de Calahorra, a orillas del Ebro, en La Rioja. La Catedral de Calahorra surge del martirio de los legionarios romanos Emeterio y Celedonio decapitados según la tradición hacia el año 300 en el mismo lugar donde hoy está emplazado el templo. La veneración del martirio explica su emplazamiento, a extramuros de la ciudad, en su parte baja y a orillas del río Cidacos.

Ya en el siglo cuarto, la peregrinación a este santo lugar permitió la construcción de un baptisterio en la localización precisa donde tuvo lugar el martirio. El famoso poeta Aurelio Prudencio (quien como hijo de la ciudad compartía la admiración y devoción sentida por los calagurritanos hacia el coraje de los Santos) inmortalizó dicha construcción y homenajeó a sus Patronos escribiendo un himno, lleno de lirismo, en el que detalló tanto la confianza que los Santos habían depositado en Dios como su testimonio por la fe cristiana en la que creían.


La destrucción de este templo cuando la ciudad cayó en manos árabes no impidió que los calagurritanos mostrasen su respeto por los Santos. Continuaron transmitiendo la veneración que sentían por sus hazañas y milagros, generación tras generación, de tal forma que tan pronto como el rey de Navarra, Don García de Nájera, reconquistó la ciudad para la cristiandad en el año 1.045, se erigió nuevamente un templo, esta vez de estilo románico, en el mismo lugar donde tiempo atrás estuviera el baptisterio antes de ser destruido por los árabes.


Algunos siglos después, la paz y la prosperidad de la ciudad proporcionó a sus habitantes los medios necesarios para comenzar la construcción de la que, con el tiempo, se convertiría en el magnífico edificio que admiramos hoy. Las obras comenzaron hacia el final del siglo XV, en el año 1484, y se prolongaron durante más de 200 años, de manera que sus capillas, retablos, así como el resto de los elementos del templo reflejan los desarrollos culturales y artísticos que tuvieron lugar en la región a lo largo de las obras, si bien no se ha conservado ningún resto románico.

Los santos Emeterio y Celedonio eran hijos de un centurión romano, los dos hermanos habían seguido los pasos de su padre al alistarse bajo el servicio de las huestes romanas, donde estuvieron encargados de portar los estandartes de la Legión Gemina VII a la que pertenecían y que los apartó de Calahorra durante un tiempo. En aquellos años (finales del siglo III, principios del siglo VI de nuestra era), el Imperio Romano al que defendía, entre muchas otras, su legión ya había perdido parte del gran fausto y esplendor que le había caracterizado en épocas precedentes. Observando el discurrir de los acontecimientos, los hermanos pudieron darse cuenta de que la larga lista de personajes que se habían ido sucediendo en el trono romano gozaban de sus triunfos tan sólo gracias a un sinfin de traiciones a través de las que se infligían no menos sufrimientos sobre el pueblo. Envuelto en esta situación, Diócletes, más conocido como emperador Diocleciano, olvidando quizá que su padre era un liberto dálmata, clamaba ser una reencarnación del mismo Júpiter y, lleno de ira contra los cristianos que habían osado hacer la señal de la cruz en su presencia, había promulgado un edicto contra ellos en el que dictaba su persecución. El ansia de poder y reconocimiento que cegaba al emperador le había llevado, como en los tiempos de Decio, al recrudecimiento de las injusticias cometidas contra los seguidores de Cristo. Ante estos hechos, cansados probablemente de la vanidad y falsedad de la forma de vida promovida por los gobernantes del Imperio, nuestros dos heroicos legionarios de Cristo, que ya no al servicio de la corrupta Roma, siguieron también los pasos de su padre, San Marcelo, y lejos de amilanarse por el eminente peligro que suponía la profesión de la fe cristiana, no dudaron en proclamarla sin pudor ni temor alguno, lo que les llevó a reunirse nuevamente con la comunidad cristiana de su Calahorra natal.

Instruidos en las creencias de su progenitor, los dos hermanos eran miembros de una de las comunidades cristianas más antiguas de España que, llegada a la región procedente de los focos cristianos del norte de África, se había extendido por distintos puntos del valle del Ebro como Zaragoza, Alfaro, Varea y la propia Calahorra. No dudaron en retirar la tela del estandarte que indicaba su pertenencia a la Legión Gemina VII para dejar al descubierto un asta en forma de cruz con la que, al alzarla, proclamaron abiertamente el orgullo que sentían por ser siervos del Dios verdadero, una confesión que les costó la vida pero que, al mismo tiempo, abrió sus puertas al cielo y los inmortalizó como los Mártires a los que generaciones de cristianos veneran desde entonces con fervor.