Entre Bourges y Orleans, a 170 kilómetros al sur de París, la abadía benedictina de Fleury cuenta hoy con más o menos 40 monjes. Fundada en 630, sobre las riveras del Loira, la comunidad huye durante la Revolución. El monasterio debe esperar hasta 1944 para ser refundado por un grupo de monjes benedictinos venidos desde el monasterio de la Pierre-qui-Vire. Siguiendo a San Benito y a san Antonio, que dejo todo por seguir a Cristo de forma radical en la ofrenda de su vida, los monjes buscan a Dios en la oración y en el trabajo.
Su basílica es una obra maestra del arte románico. Según una tradición medieval, allí fueron trasladas las reliquias de san Benito, después de la destrucción de Montecasino. La fiesta de la traslación de dichas reliquias es la que hoy celebramos.
Textos antiguos, leyendas, conmemoraciones litúrgicas y devoción benedictina tienen base en la teoría floriacense. Esta hipótesis tiene muchas variantes en cuanto a las fechas, los hechos y los “milagros” ocurridos durante la sustracción de los restos. Estas reliquias se encuentran en la cripta de la Abadía románica, en el pilar central, con la sobriedad propia del medioevo monástico.
Se cuenta que el Abad de Fleury, Múmmolo, envió al monje Aigulfo para sustraer las reliquias de San Benito en Italia, el Obispo de Le Mans envió también un grupo a Montecassino para traer el cuerpo de Santa Escolástica. Las fechas varían: la tradicional de Fleury data la traslación cerca del año 660, Mabillon menciona el año 653, Munding el 672 y otros la retrasan al 703. La intervención divina ayudó a la comitiva a encontrar las reliquias entre los escombros de lo que fue el oratorio de San Juan Bautista. Los cuerpos fueron llevados a Fleury y de allí, según una de las variantes, el cuerpo de Santa Escolástica se trasladó a Le Mans. Otro de los testimonios mencionan que Santa Escolástica llego a Le Mans a finales del siglo VIII, pues hay testimonios de que a mediados de este siglo los dos cuerpos se encontraban en Fleury.
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