Cerca del Noviciado, en la Abadía de san Isidro de Dueñas, se encontraba la antigua enfermería, en cuya primera celda falleció el hoy santo hermano Rafael Arnáiz. Este joven, que vivió hace un siglo, llevó a plenitud durante su breve existencia un bello ideal de santidad. La belleza ejerció sobre su temperamento artístico tal fuerza, que le llevó a buscar una belleza imperecedera, sublime, eterna. Tal belleza sólo la encontró en el misterio escondido de Dios, a través de la tradición monástica trapense. En el santo hermano Rafael se conjugó una apasionada entrega a la divina belleza, con un heroico ejercicio del bien, desde un sustento inconmovible en la verdad, que culminó en su unificación con el amor que lo había creado y con el que anhelaba fundirse en un eterno abrazo.
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