El convento de la Visitación de Nuestra Señora fue fundado en 1748 por la reina Bárbara de Braganza para colegio y residencia de jóvenes de la nobleza, siendo enterrado en la iglesia el rey Fernando VI así como la propia reina fundadora, su esposa. Actualmente, la iglesia acoge la parroquia de santa Bárbara, y el resto de la construcción es sede del Tribunal Supremo.
En origen, las hermanas salesas, llegadas de Annecy (Saboya) en 1747, ocuparon unas casas en Prado Viejo, de donde se trasladaron a un beaterio existente en la calle San José. De allí pasaron al que sería su emplazamiento definitivo, junto a la Puerta de Recoletos, en la actual calle Bárbara de Braganza. La reina había comprado allí unos terrenos para su fundación. Su proyecto era no sólo la creación del convento, sino asegurarse un lugar tranquilo donde pudiera residir en caso de la muerte del rey, Fernando VI.
El convento fue diseñado por el francés François Carlier, aunque debido a un viaje de éste a Parma, fue Francisco Moradillo quién lo llevó a cabo, modificando incluso el proyecto original al incluir dos torres-campanario. Las obras, comenzadas en 1750, apenas duraron 7 años, inaugurándose templo y convento en 1758, con solemnes ceremonias, en presencia de la reina fundadora, fallecida poco más tarde.
La muerte de la reina no supuso un cambio para el convento, que siguió contando con grandes patrocinadores que lo embellecieron. Cuando en 1870 las religiosas fueron exclaustradas, el convento se destinó a Palacio de Justicia, aunque la iglesia siguió abierta al culto. En septiembre de 1891, ésta se constituyó como parroquia bajo la advocación de Santa Bárbara, en tanto las monjas con algunas piezas artísticas del viejo monasterio se establecieron en un nuevo convento en la calle de Santa Engracia, obra del marqués de Cubas.
En el siglo XX, el ya Palacio de Justicia sufrió dos grandes incendios que afectaron a las antiguas dependencias conventuales, gravemente dañado en el incendio de 1915 en el que resultaron también destruidas numerosas obras de arte depositadas por el Museo del Prado, aunque la iglesia no resultó afectada. La restauración la realizó Joaquín Rojí. La escalinata que accede a la portada del templo fue realizada en 1930 por Miguel Durán al abrir la nueva calle Bárbara de Braganza.
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