Uno de mis lugares sagrados preferidos es la Iglesia de San Hipólito el Real. Támara de Campos es hoy un pueblecito de la provincia de Palencia, situado cerca de Astudillo, que se enorgullece de un descomunal templo, testigo unos tiempos tan gloriosos que hoy es imposible casi ni imaginar.
En su interesante monografía sobre Támara, José Antonio Chico López aporta dos razones para explicar la magnificencia de este templo, que gozó de la protección real y de reconocimiento papal: el recuerdo de los reyes castellanos a la batalla de Támara (tuviese o no allí lugar), en la cual se unieron los reinos de Castilla y de León; y los frecuentes milagros que, al parecer, allí tuvieron lugar, según testimonio de los reyes Fernando IV y de Alfonso XI.
El templo está consagrado al mártir san Hipólito de Roma, en cuya fecha de celebración, 13 de agosto, nació el rey Alfonso XI de Castilla. En su interior, destaca la pila bautismal, decorada con relieves relativos a los evangelios de los domingos de cuaresma; los retablos, con esculturas de Felipe Vigarny, en los que son fácilmente identificables los Reyes Católicos; la gran reja de la Capilla Mayor, o el magnífico órgano ibérico, sustentado por una columna, junto al coro del Cabildo.
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