domingo, 7 de abril de 2013

La tumba de santo Tomás


El Señor resucitado, antes de despedirse de sus discípulos, les mandó ir hasta los confines del mundo, para anunciar a toda criatura la buena noticia de Jesucristo, y para bautizar a todos los hombres en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Uno de estos apóstoles fue Tomás, al que vemos este domingo dudar de la Resurrección del Señor.














Según la tradición, el apóstol Tomás se habría dirigido hacia Oriente, llegando hasta el sur de la India. Lo que sí es cierto es que allí encontraron los portugueses, cuando llegaron a finales del siglo XV, comunidades cristianas en Kerala, unidas a la Iglesia Asiria (el patriarcado de Antioquía, desgajado de la Iglesia a mediados del siglo V tras el Concilio de Éfeso, por la disputa nestoriana sobre las dos naturalezas en la persona de Cristo). De algún modo, la fe habría llegado a tan remotos confines desde la antigüedad. Y esa Iglesia conservó, precisamente, la tradición de la predicación del apóstol Santo Tomás.  De hecho, Marco Polo, en el libro de sus relatos afirma que allí, cerca del Estrecho de Ceilán, se encuentran las reliquias del santo apóstol. El lugar se llama Chennay, y está situado en la costa oriental de la India.


Tras la llegada de los portugueses, esta Iglesia se unió a Roma, si bien fueron varias las vicisitudes en cuanto al rito que seguían. Sobre esa tumba se levanta hoy una basílica en estilo neogótico. Un sencillo altar invita a la veneración de las reliquias del santo Tomás.


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