lunes, 21 de diciembre de 2015

Belén en el Nuevo Testamento


En el Nuevo Testamento, con excepción de Juan 7:42 encontramos referencias a Belén sólo en las narraciones de Mat. 2 y Luc. 2 acerca del nacimiento del Salvador en la ciudad de David, por lo que los cristianos la tienen en gran estima. Sin embargo, muchos críticos modernos están haciendo nuevamente de Belén la pequeña entre las miles de Judá al atacar el valor histórico de los relatos del evangelio. Algunos ubican el nacimiento de Nuestro Señor en Nazaret, llamada Su patria en los evangelios (Marcos 6:1 y paralelos; cf. 1:9; 1:24, etc.); esto lo hacen casi todos los que niegan la historicidad de la Infancia, esforzándose por explicar nuestros relatos como leyendas surgidas de la tradición judía de que el Mesías debía nacer en Belén, y basadas en el texto de Miqueas 5:2.

Este asunto, porción de un problema mayor relacionado con cc. I-ii de Mateo y Lucas, no se puede discutir aquí. Baste mencionar que aunque la segunda explicación elimina algunas dificultades, nos exige ir más atrás que los relatos de Marcos y Lucas, quienes con mayor claridad se refieren solamente a Belén de Judá. Contra la primera explicación podemos decir, como muchos críticos, que Mateo y Lucas concuerdan independientemente al ubicar el nacimiento en Belén, en el caso de san Lucas sin ningún indicio de influencia de la profecía de Miqueas. Sin embargo, no debemos exagerar el valor de ese argumento. Los antiguos escritores desconocían estás dificultades, ya que simplemente reproducían los relatos del Evangelio con algunas adiciones, en algunos casos posiblemente históricas.

Aproximadamente en el año 150 san Justino Mártir menciona (Dial., lxxviii) que el nacimiento del Salvador tuvo lugar en una cueva cercana a la villa de Belén; tales establos dentro de cuevas no son raros en Palestina. La tradición del nacimiento en una cueva fue ampliamente aceptada, como podemos comprobar a partir de las palabras de Origen aproximadamente un siglo después: “En Belén, señalada está la cueva donde Él nació y el pesebre donde fue envuelto en pañales, y el rumor en esos lugares y entre los forasteros es de la fe que por cierto Jesús nació en esta cueva”. (Contra Celsum, I, li.). También se reproduce en los evangelios apócrifos. Sobre el sitio tradicional de la Natividad se erige una iglesia (Santa María de la Natividad), rodeada por el noroeste y suroeste por los conventos de los latinos (franciscanos), griegos, y armenios, respectivamente. El edificio es en su mayoría obra de Constantino (alrededor del año 330), excepto por las adiciones y modificaciones hechas por Justiniano (527-565). Debajo de ese tan venerado y antiguo monumento a la cristiandad se encuentra un centro turístico muy visitado por los peregrinos a través de los siglos: la gruta de la Natividad. La capilla de la Natividad, que corre en la misma dirección que la iglesia (de este a oeste), está situada bajo el coro; en el extremo del este hay una estrella de plata con la inscripción: Hic de Virgine Maria Jesus Christus natus est y cerca se encuentra la capilla del Pesebre . Hacia el norte y el noroeste existen otras grutas relacionadas con la Natividad –principalmente por tradiciones recientes (c. siglo quince)–, con los relatos de Mateo 2, y con la memoria del gran sabio san Jerónimo y su compañía de devotos y cultos amigos.

Enciclopedia Católica

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