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domingo, 6 de enero de 2013

Colonia


Esta estrella resplandece como llama viva y revela a Dios, Rey de reyes; los magos la contemplaron y ofrecieron sus dones al gran Rey.            

(Antífona del Oficio de Epifanía)



Ella se eleva hacia el cielo como el gran deseo de quien quisiera contemplar o alcanzar, con sus manos pétreas, al mismo Dios. El mismo Dios que contemplaron los que allí esperan el rescate de ese mismo Señor que, a pesar de su pequeñez, admiró con su venida a toda la humanidad. 

Ella está ahí como un bosque de cipreses que se levanta junto a la corriente, ese árbol que no perderá nunca la lozanía, a pesar de la dificultad, el que está al borde de la acequia y no se marchitan sus hojas, que diría el profeta Jeremías, (Jr 17, 5-8) y nos recuerda el Salmo 1.

Ella es la que a pesar del tiempo ha perdurado, la que a pesar de su historia ha permanecido, siempre inacabada y siempre en marcha, siempre nueva y llena de antigua novedad en sus seiscientos años de continua renovación y construcción. En todo su esplendor a pesar de sus su años de fatigas y luchas.

Ella, arropada de antiguos mundos, se abre al futuro de las cosas nuevas, porque está ahí resplandeciente, como la estrella que guió a sus moradores (Mt 2, 2), como una esposa adornada para su esposo (Is 61, 10) o una novia que espera el encuentro con su amado (Is 62, 5). Así es ella, la que resplandece, la nueva Jerusalén, la ciudad santa. (Ap 21, 2)

Ella es la que hoy atrae nuestra mirada llena de curiosidad y sorpresa, como la de aquellos que corrieron tras las promesas. Porque de la tumba se alzó un día el que vive, y del cielo surgió un astro; así nos alzaremos todos los que creemos en el Hijo de Dios, Jesucristo, como se alzarán los que creyeron en Él y los que le adoren, los que allí yacen esperando la resurrección que todos esperamos. 

Ahí están con ella y en ella, nuestros admirados, imaginados, soñados y como no, envidiados, ya que vieron y adoraron al Dios hecho carne en un pesebre. Ellos, Melchor, Gaspar y Baltasar, que descansan hoy ahí, en un magnifico Relicario, En ella y con ella, la Iglesia santa de Dios, hoy vista aquí en la gran catedral de Colonia.


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