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miércoles, 10 de abril de 2019

El Santo Cristo de Burgos


Para todo el pueblo burgalés, el Cristo de Burgos, que se conserva en la capilla de su mismo nombre de la Catedral, constituye un referente incuestionable de devoción. En dicha capilla, todos los días, se rinde culto al Santísimo Sacramento y se realizan oficios religiosos; y hasta ella acuden numerosos vecinos y oriundos de Burgos para rogar ante la imagen del Santo Crucifijo protector de la ciudad.

La imagen cristífera no sólo llama poderosamente la atención por su notable antigüedad, sino por la originalidad de su composición plástica y su origen envuelto en la leyenda que se pierde en la noche de los tiempos.

Todos los burgaleses conocen su leyenda, que afirma que en la Edad Media, un acaudalado comerciante de origen burgalés, en uno de sus viajes por Alta Mar, encontró casualmente un arcón en el que se encontraba la divina imagen del Crucificado. Recogiéndola de las aguas, la llevó hasta su Burgos natal y allí la depositó en el convento de los Agustinos, afirmándose que las campanas “doblaron por sí solas a la entrada del Cristo en la Iglesia”. Desde entonces la fama milagrosa del Señor se extendió y el pueblo burgalés lo incardinó en el centro de su devoción. Con la exclaustración del convento agustino con las reformas de los gobiernos liberales, el Cristo pasó a la Catedral de Burgos, en donde se conserva y se venera hasta hoy.

La imagen reúne las característica de la escultura gótica, aunque en ella los rasgos cruentos de la pasión hacen evocar los tiempos del barroco -sin pertenecer en absoluto a este estilo posterior-, debido a que la talla está cubierta de piel de bóvido, lo que acentúa el realismo de la escultura. Los brazos, articulados, permitían en esta tipología de crucificado esceninificar tres escenas distintas de la Pasión durante los Oficios de Semana Santa (Crucifixión, Descendimiento de la Crux y Santo Entierro) con una misma imagen.

Fuente: http://catedraldeburgos.es/el-cristo-de-burgos/

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