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jueves, 9 de junio de 2016

San Efrén el Sirio



El Patriarcado de Antioquía fue, junto al de roma y al de Alejandría, uno de los tres centros del cristianismo primitivo. La ciudad de Antioquía era la principal metrópoli romana en Asia. su influencia se extendía por las actuales Siria y Turquía. En Antioquía fue, según los Hechos de los apóstoles, el lugar donde por primera vez se llamó a los discípulos de Jesús "cristianos". Hoy recordamos este lugar santo y privilegiado del Cristianismo, porque la liturgia celebra la memoria de san Efrén el Sirio.

San Efrén fue un doctor y poeta egregio de la Iglesia Antioquena, el tercero de los grandes patriarcados de la antigüedad cristiana. Benedicto XVI nos ha dejado, en sus admirables catequesis, una excelente semblanza del santo poeta sirio. Éstas son sus palabras.

San Efrén el sirio, nació en Nisibi en torno al año 306 en el seno de una familia cristiana. Fue el representante más importante del cristianismo de lengua siríaca y logró conciliar de modo único la vocación de teólogo con la de poeta. Se formó y creció junto a Santiago, obispo de Nisibi (303-338), y juntamente con él fundó la escuela teológica de su ciudad. Ordenado diácono, vivió intensamente la vida de la comunidad local cristiana hasta el año 363, cuando Nisibi cayó en manos de los persas. Entonces san Efrén emigró a Edesa, donde prosiguió su actividad de predicador. Murió en esta ciudad en el año 373, al quedar contagiado mientras atendía a los enfermos de peste.

No se sabe a ciencia cierta si era monje, pero en todo caso es seguro que fue diácono durante toda su vida, abrazando la virginidad y la pobreza. Así, en la especificidad de su expresión cultural se puede apreciar la identidad cristiana común y fundamental:  la fe, la esperanza —una esperanza que permite vivir pobre y casto en este mundo, poniendo toda expectativa en el Señor— y por último la caridad, hasta la entrega de sí mismo para atender a los enfermos de peste.

San Efrén nos ha dejando una gran herencia teológica:  su notable producción puede reagruparse en cuatro categorías:  obras escritas en prosa ordinaria (sus obras polémicas o bien los comentarios bíblicos); obras en prosa poética; homilías en verso; y, por último, los himnos, sin duda la obra más amplia de san Efrén. Es un autor rico e interesante en muchos aspectos, pero sobre todo desde el punto de vista teológico.

Lo específico de su trabajo consiste en que unió teología y poesía. Al acercarnos a su doctrina, desde el inicio debemos poner de relieve que hace teología de forma poética. La poesía le permite profundizar en la reflexión teológica a través de paradojas e imágenes. Al mismo tiempo, su teología se convierte en liturgia, en música:  de hecho, era un gran compositor, un músico. Teología, reflexión sobre la fe, poesía, canto y alabanza a Dios están unidos; y precisamente por este carácter litúrgico aparece con nitidez en la teología de san Efrén la verdad divina. En su búsqueda de Dios, al hacer teología, sigue el camino de la paradoja y del símbolo. Privilegia sobre todo las imágenes contrapuestas, pues le sirven para subrayar el misterio de Dios.

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