Hoy recuerda la Iglesia a un ermitaño, Domingo García, que a finales del siglo XI se dedicó a ayudar a sus hermanos, que atravesaban su patria riojana en dirección a Santiago de Compostela. El Camino de Santiago se estaba convirtiendo en la principal arteria de comunicación espiritual de Europa, pero los caminos aún eran difíciles y peligrosos. Sobre el río Ojo Domingo construyó un puente, luego un hospital y mejoró la calzada. Su vida quedó tan ligada a dicho proyecto, que desde entonces se llamó Domingo de la Calzada, y aquel lugar terminó por tomar su nombre. Murió, y sobre su sepulcro surgió una gran catedral, comenzada por el más célebre de sus discípulos: San Juan de Ortega.
La tumba de santo Domingo es un túmulo de piedra, labrado en la época medieval. Se encuentra por debajo del nivel del actual pavimento, en el ábside de lo que fue el primitivo templo. Al ser éste sustituido por la actual catedral, quedó desplazado del centro, quedando en el lateral en el que se encuentra hoy.
La cabecera del templo estaba adornada hasta no hace muchos años con un magnífico retablo de Damián Forment.
Tras unas obras de limpieza, dicho retablo fue retirado a un lateral, dejando a la vista el magnífico presbiterio románico de la catedral.
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