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sábado, 11 de abril de 2015

Jerusalén en tiempo de los romanos

Jerusalén - El Cenáculo

Cuando Tito tomó Jerusalén (abril – septiembre, 70 d.C.) ordenó a sus soldados destruir la ciudad. Sólo salvaron las tres grande torres al norte del palacio de Herodes y la pared occidental. Pocos judíos sobrevivieron. La Décima Legión Romana retuvo la parte superior de la ciudad y el castillo de Herodes como fortaleza; Josefo dice que Tito se apropió de los campos alrededor para sus solados . La presencia de estos paganos repelería naturalmente a los judíos, aunque en este periodo no había leyes en contra de su presencia en Jerusalén. Los rabinos judíos se reunieron en Jabne (o Jamnia, actualmente Jebna) en el valle, al noroeste de la ciudad, a dos horas de Ramla.

Mientras tanto, la comunidad cristiana había huido a Pel-la en Perea, al este del Jordán (sureste de Jenin), antes de que comenzara el sitio. Los cristianos eran casi todos conversos del judaísmo. Después de la destrucción regresaron y se congregaron en la casa de Juan Marcos y su madre María, donde se habían encontrado antes. Aparentemente fue en esta casa donde estaba el Cuarto Superior, donde se celebró la Última Cena y donde se realizó la asamblea de Pentecostés.

Epifanio (m. 403) dice que cuando el Emperador Adriano llegó a Jerusalén en el 130 encontró el Templo y toda la ciudad destruida salvo algunas casas, entre las cuales aquella en donde los Apóstoles habían recibido al Espíritu Santo. Esta casa, dice Epifanio, está “en aquella parte de Sión que se salvó cuando la ciudad fue destruida” – es decir en la “parte superior”.

Desde los tiempos de Cirilo de Jerusalén, quien habla de “la Iglesia superior de los Apóstoles, donde el Espíritu Santo bajó sobre ellos”, existen abundantes testigos del lugar. Una gran basílica fue construida sobre el terreno en el siglo cuarto; los cruzados construyeron otra iglesia cuando la antigua fue destruida por Hakim en el 1010. Es el famoso Coenaculum o Cenáculo – actualmente una capilla musulmana – cerca de la Puerta de David, y se supone que es la tumba de David (Nebi Daud). Durante los primeros siglos del cristianismo la iglesia en este lugar fue el centro de la cristiandad en Jerusalén, “Santa y gloriosa Sión, madre de todas las iglesias” (Intercesión en “La Liturgia de Santiago”).

Ciertamente, ningún lugar de la cristiandad puede ser más venerado que el sitio de la Última Cena, el cual se convirtió en la primera iglesia cristiana. El uso constante del nombre Sión para el Cenáculo ha llevado a considerables discusiones en cuanto a la topografía de Jerusalén. Muchos escritores concluyen que está en el Monte Sión, el cual sería por lo tanto la colina suroeste de la ciudad. Otros oponen a esta tradición la fuerza de los pasajes del Antiguo Testamento que claramente distinguen Sión de Jerusalén y afirman que el Señor habita en Sión y que el palacio del rey está allí. De tal manera que Sión sería la colina al occidente, el lugar del Templo y del palacio de David.

Fue más tarde que el nombre de Sión comenzó a utilizarse para toda Jerusalén. Josefo nunca lo utiliza; ya en el Antiguo Testamento el camino estaba preparado para su uso extendido. Jerusalén es la “hija de Sión”. Todos sus habitantes sin distinción son “Sión”. En los primeros años de la cristiandad Sión parece haber perdido su significado, en el sentido de una determinada colina, para convertirse simplemente en otro nombre para Jerusalén. Naturalmente ellos llamaron su centro allí por el nombre de la ciudad, aunque no se encontraba en el Monte Sión original. La peregrina Eteria , a finales del siglo cuarto, siempre habla del Cenáculo como Sión, de la misma manera que el Santo Sepulcro siempre es Anástasis.

Fuente: Enciclopedia Católica

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