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miércoles, 31 de diciembre de 2014

Santa María de Ripoll


Son muchos los lugares que la piedad cristiana ha consagrado a la veneración de Santa María, la Virgen Madre de Dios. Uno de ellos, que hoy visitamos, es el que fuera célebre monasterio de Santa María de Ripoll.

Fue el conde Wifredo quien reconquistó y repobló el valle de Ripoll y la plana de Vic (878-881) una extensa «tierra de nadie» situada entre los dominios carolingios y los musulmanes que posteriormente se convertiría en el condado de Osona, y fundó el monasterio entre los años 879-880, dejando a su hijo Radulfo a cargo del monasterio, para que fuera criado y educado según las normas monásticas. Radulfo fue años más tarde abad de Ripoll y obispo de Seo de Urgel. Poco después, Wifredo hizo algo parecido con su hija Emma para la que fundó el monasterio de San Juan de las Abadesas, cercano al de Ripoll, dotándolos no solo de tierras si no también de derechos públicos y privilegios jurídicos. Así, Ripoll recibió los beneficios de los servicios reales para los habitantes de Estiula y Ordina, de las pescas del Ter y del Freser, y un tercio del teloneo del mercado. Además, el monasterio fue declarado exento de la jurisdicción de los tribunales condales en materia de homicidios, raptos y otros delitos, y a los monjes les fue reconocido el derecho de escoger libremente su abad según la regla de san Benito.


La primera consagración de la iglesia del monasterio tuvo lugar el 20 de abril de 888 y se dedicó a la advocación de Santa María. En el documento consta que fue fundada y edificada: «Por voluntad del conde Wifredo y su esposa Guinedilda». En este mismo acto la iglesia fue dada al abad Daguí y a los monjes de la regla benedictina.


La importancia del monasterio creció en las tierras consolidadas después de la reconquista por lo que en pocos años el templo se quedó pequeño. Bajo la dirección del abad Énnec, el conde Miró derribó el templo e hizo construir una nueva iglesia más esbelta y capaz que se consagró al culto en el año 935. En el año 977 se produjo una nueva consagración del templo una vez que se culminaron nuevas modificaciones que decidió el abad Arnulfo (938-970), que también era obispo de Gerona. La iglesia se amplió a cinco naves divididas por hileras de gruesos pilares en la central y por pilares alternando con columnas entre las dos menores, rematadas cada una de ellas por sendos ábsides. El ábside central, y mayor, cobijaba el altar dedicado a Santa María y en los menores, los altares de San Salvador, la Santa Cruz, San Miguel Arcángel y San Poncio.


También en la época del abad Arnulfo se edificó un claustro y se cerró el conjunto con una muralla de clausura y defensa. Se construyó el molino para los usos de la casa y condujo el agua por medio de una acequia que transformó los huertos interiores en regadío.


El abad Oliba (1008-1046) dio el impulso definitivo al monasterio. Alargó la nave de la iglesia por su lado occidental construyendo un cuerpo de edificio y dos campanarios. En la fachada occidental se derribaron los ábsides y se construyó un transepto, muy elevado por encima del plano de las naves, que se coronó con siete ábsides. En los ábsides menores se dedicaron altares a la Santa Cruz, San Salvador, San Poncio, San Rafael, San Nicolás y San Jorge. El altar de la Virgen María se modificó con un entablamiento de jaspe recubierto en su parte delantera con un frontal de oro decorado con piedras preciosas y esmaltes y dos laterales de plata. Estaba protegido por un baldaquino cuyas columnas y cubiertas estaban decoradas con planchas de plata cinceladas. El templo fue de nuevo consagrado el 15 de enero de 1032.


Santa María de Ripoll fue un importante centro cultural, en parte gracias a su colección de escritos. A mediados del siglo X el monasterio contaba con 66 manuscritos. En el 1008 ya eran 121, que se convirtieron en 246 a la muerte del abad Oliba en el 1046. La mayoría de estos manuscritos se copiaban y reproducían en el propio monasterio, en el scriptorium. El ejemplar más valioso de la colección es el conocido como la Biblia de Ripoll, con numerosas ilustraciones y una serie de textos introductorios que la convierten en una especie de enciclopedia del texto sagrado. Aquí se escribió también a finales del siglo XIII la Gesta Comitum Barcinonensium, que está considerada como la primera historia de Cataluña. Oliba fue también el encargado de expandir los dominios de Santa María gracias a la creación de nuevos monasterios como el de Montserrat o el de San Martín del Canigó.


A partir del año 1070 el monasterio pasó a depender del de San Víctor en Marsella, dependencia que duró hasta el año 1169. Santa María de Ripoll continuó siendo el principal centro religioso de Cataluña hasta el siglo XV, en el que inicia un lento pero imparable declive que empieza con la pérdida del control sobre el monasterio de Montserrat en el año 1402.


El fuerte terremoto del 2 de febrero de 1428 asoló la comarca del Ripollés. El seísmo fue uno de los más intensos sufridos en la historia de Cataluña. Destruyó completamente uno de los campanarios del monasterio y dejó el resto del edificio muy afectado. Las partes deterioradas se reconstruyeron siguiendo un estilo gótico.

El final de la vida monacal en Santa María de Ripoll llegó con la exclaustración de 1835. Los monjes abandonaron el monasterio, que fue arrasado e incendiado. El edificio poco a poco se fue derrumbando: en 1847 desapareció una parte del claustro; y en 1856 la torre del palacio abacial. Además, el palacio abacial, la alhóndiga y otros edificios monacales quedaron considerados como cantera y sus piedras fueron vendidas a particulares.

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